Amor de primavera
- layaparadiotv
- 28 sept
- 3 Min. de lectura

Por Adalberto Lampeduzzo
Según la tradición guaraní, era Anahí una joven muchacha que vivía junto a su tribu a orillas de un río. Hay quienes dicen que era el Paraná, pero también puede que fuera el Pilcomayo o, incluso, el Uruguay, no se sabe bien. Hay dudas, también, en cuanto al aspecto de Anahí. Si vamos a creerle a la canción que le otorgó una discreta popularidad, era Anahí medio fulera, por no decir decididamente fea. Sabido es que los parámetros de belleza cambian de un siglo a otro. Sin embargo, si para contar la historia de la muchacha consideraban que era necesario dejar testimonio de su fealdad, será que resultaba algo insoslayable… Fieraza con ganas, entonces.
Por supuesto, no podían faltar los y las revisionistas históricos, o como diría Alejandro Dolina, los refutadores de leyendas. Según esta escuela, Anahí era un bombonazo, tanto que el río, cuando ella estaba a sus orillas, se ponía perezoso, lento, para poder pasar más tiempo junto a Elia. Hay quienes incluso le asignan a Anahí un estatus social notable, asegurando que era ella princesa, asuntó un tanto milagroso, toda vez que entre los guaraníes no existía algo así como la realeza. En cualquier caso, unos y otros coinciden en que tenía esta muchacha, Anahí, bella voz y dulcísimo canto.
Todo iba más o menos bien para la joven y su tribu, hasta que un mal día llegaron los españoles y la bucólica existencia ribereña se fue al tacho en un santiamén.
- ¡Ave María purísima!
- ¿?
- Por orden de su Majestad tomo posesión de estos territorios para la corona.
- ¿?
- Si les gusta, bien, y si no, ya verán.
Se las hago corta: resistencia, persecución, combate, más resistencia. Lo cierto es que después de semanas, o acaso meses, algunos guaraníes huyeron hacia el monte, mientras que otros entraron en combate. Anahí entre ellos. Aquí, una vez más, la tradición difiere en los detalles. Hay quienes aseguran que la muchacha fue tomada prisionera, otros dicen que nunca se rindió. Como quiera que sea, unos y otros coinciden en que llegado el momento, su momento, Anahí mató a uno de sus enemigos. Puede que de un flechazo, puede que de una puñalada, o inclusive de un susto, si es que era tan fulera como se dice…
En cualquier caso, los españoles lograron aprehenderla y, a modo de castigo ejemplar, dispusieron ajusticiarla en la hoguera. Por aquellos tiempos, la hoguera era un modo muy católico de condenar la brujería, lo cual nos lleva a pensar que efectivamente era fulera Anahí, o al menos tenía pinta de bruja. Como era de rigor, se ató a la joven a un poste (hay quienes dicen que a un árbol o a una roca). Una vez más la historia es poco precisa en este punto. Pero sabemos, sí, que la rodearon con ramas secas y, después de un Padre nuestro, le prendieron fuego.
Entonces, en ese trance final, Anahí cantó, o quizá debo decir rezó, porque su canto estaba dirigido a Tupá, el dios de nuestros hermanos guaraníes. Y en su rezo, la muchacha rogó no por sí misma sino por su tribu, el río y el monte. No pensó en salvarse sola, imploró por el destino de los suyos. Y los suyos abarcaba tanto a las personas como al entorno, no como asuntos separados, sino como un todo. En la hora final, Anahí tuvo claro que el futuro de la Madre Tierra y el de los guaraníes era uno y compartido.
La leyenda de Anahí bien podría terminar aquí. No es poca cosa que en la hoguera, en la hora final, alguien piense, siga pensando, en plural, no en la salvación individual. Pero la historia sigue y, según cuentan los mayores, a la mañana siguiente, en el lugar donde fue quemada viva la muchacha, no se encontraron cenizas, sino un bello árbol de ceibo repleto de flores rojas, tan rojas como el fuego o la sangre derramada en el combate. No sabemos si es por esta razón o por otra que desde 1942 el ceibo es la flor nacional.
Más allá del fluvial ceibo, nuestro cancionero popular es por demás generoso en materia floral. Así, a la disparada, enseguida vienen a la mente La flor Azul, La flor de la canela, Flor de Lino, Madreselva, Rosa rosa y así podríamos seguir más de cuatro ratos. Sin embargo, cuando el nombre de Eva Duarte pasó a estar prohibido, la resistencia peronista tomó como emblema otra flor, la No me olvides. En memoria de Brenda, Morena y Lara: No me olvides, letra de Arturo Jauretche, música del Tata Cedrón, dedicada a quienes no se rinden y hasta el final luchan por la Justicia. Amén.








Bello