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“Belén” sigue en las salas a paso firme

Actualizado: 13 oct


Este artículo se publicó originalmente n la web www.vaconfirma.com.ar


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Por Fernando Barraza


La película de Dolores Fonzi que testimonia desde la ficción el caso de una joven que sufre un aborto espontáneo en un hispital público y es condenada a 8 años de prisión continúa llevando público a las salas del país


1 . Hablemos del fenómeno y el contexto


Es tan reconfortante para la sociedad argentina, como productivo para la castigadísima industria cinematográfica del país, que un film como “Belén” se mantenga en cartelera en las salas a través de las semanas con éste paso más firme que espectacular que trae en su cuarta semana de pantalla, aportando una presencia de público que es constante y se mantiene firme más allá del impacto natural del estreno.


Hollywood suele “ponerla toda” para que te aparezcan sus películas en cada uno de los backlights, los vasos y las servilletas descartables de las casas de comida rápida y hasta en los rollos de papel higiénico de tu casa. Y también existen algunas producciones nacionales con un apetito comercial más desarrollado que “Belén” -como “Homo Argentum”, por nombrar la más reciente,- que empardan ese estilo norteamericano de promoción para, también, convertirse en hamburguesas en la boca de la ciudadanía y en visibles publicidades callejeras en todas las ciudades del país. Con este método, que requiere de un capital extraordinario, un film se mantiene en taquilla, aunque sus credenciales no sean tan buenas como el marketing que se le insufla cante en cada segundo o centímetro de publicidad pautado, así suele ser la dinámica habitual en el presente de ese fenómeno centenario que se llama “ir al cine”.


En la antítesis de esta metodología por hornalla publicitaria a fuego fuerte, camina a otro ritmo -pero a paso bien pero bien firme- “Belén”, la segunda película de Dolores Fonzi que, al cierre de esta nota, pasaba ya con comodidad las cien mil personas en sala, ubicándola como la segunda película argentina más vista de este año, detrás de -¡claro, lo adivinaron!- “Homo Argentum”.


El fenómeno de permanencia en cartel de “Belén” aun no está en su techo, porque ésta quincena que viene se reforzará su distribución en los Espacios INCAA, que por suerte aun quedan en pie y suelen llevar un interesante número de gente a las salas. Los números de “Belén” seguramente crecerán.


En materia de promoción, el film de Fonzi tiene muchísimo más aporte concreto del viejo y querido “boca en boca” que de grandes inversiones publicitarias, o de giras promocionales por programas de tele y streaming de las incansables Dolores Fonzi y Camila Pláate (la co-protagonista del film), o inclusive más aun que del espaldarazo de visibilización que le dieron al film los tres festivales internacionales que lo laurearon con premios en categorías principales (San Sebastián, Biarritz y CTL). Ni hablar que sea la película que represente a Argentina en los próximos Oscars, pero bueno, aun así, la recomendación personal entre personas pareciera ser lo más fuerte para promocionarla.


En ésta realidad dada -la de que a quienes asisten a una función de la película les interesa muchísimo hacer una fuerte campaña de recomendación de “boca en boca” al salir de verla- es donde se da el fenómeno socio cultural que mencionábamos al comenzar esta nota. A saber: Una obra del circuito industrial, producida por una empresa argentina independiente e importante y distribuida por un gigante como Amazon, late culturalmente en sintonía con un espíritu de época y “por sí misma” (por ser lo que és y hablar de lo que habla) lograse que la gente concurra al cine a verla y su cuota de pantalla se sostenga a través de semanas y semanas, superando en permanencia a muchos de los tanques hollywoodenses y a fenómenos anabólicos nacionales, como la ya mencionada película protagonizada por Francella.


En este sentido “Belén” es una película que llegó de repente, sí, pero no “de la nada”, porque es una propuesta que sintoniza con un espíritu de época, algo fuerte, algo que el colectivo poblacional en su general tiene dentro suyo, y está latiendo. Porque hay que entender que lo que abraza una parte importante de nuestra sociedad en torno de los recientes logros de los movimientos feministas en materia de eliminación de violencias de género y de promoción concreta de igualdades sociales, esos que se han producido en los últimos 10 o 15 años, choca muchísimo con el insistente discurso de negación misógina (en este momento oficial desde el ejecutivo de la Argentina) que -vamos a reconocerlo con pesar, pero vamos a reconocerlo- ha cosechado un número mayor de adhesión desde que se comenzó a lanzar con ímpetu en redes durante el aislamiento en pandemia de 2020 y se consolidó oficialmente desde que Milei es el Jefe de Estado.


Los “fogonazos” de inversión en odio que se hicieron no son vernáculos, vienen desde poderosos think tanks norteamericanos y europeos que se desvivieron (y desviven) por instalar que la violencia de género no existe y que todas las reivindicaciones planteadas ancestral o actualmente por los feminismos son una perversa fantasía woke financiada por George Soros y dos o tres illuminati que comen niños por nacer en la cena. Lo cierto es que ese discurso, ramplón y terraplanista, ha rendido frutos. A tal punto ha rendido, que articulaciones dialécticas como el odioso “las feministas se pasaron tres pueblos” (versión argentina de un dicho que debe tener su correlato de distinta factura sintáctica, pero igual significado semántico en cada país) es recogido hasta por sectores la mar de progres.


En este escenario, el de la instalación de un discurso que culpa a las feministas de todo y por todo, acusándolas de vengativas y desbordadas almas despiadadas, los films que llevan una serie de mensajes como los de “Belén” demuestran que una parte importante de la sociedad no compra ese paquete de acusaciones odiosas porque sí, y que muchas de estas “verdades” desparramadas con violencia ideológica por el aparato conservador no son -ni por lejos- lo que siente y piensa una parte importante de la sociedad.


Ahi, precisamente ahí, está el poder cultural de una película como ésta.



2 . Hablemos de la película en sí


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“Belén” es un film directo, sencillo en su desarrollo dramático y muy cuidadoso en su estética y en su búsqueda de pequeñas bellezas en lo cinematográfico.


Dolores Fonzi ya está recontra consolidada como actriz, pero demostró hace muy poco en “Blondi” (2023), su ópera prima detrás de la cámara, que como realizadora es alguien que ha venido para desarrollar su propio lenguaje cinematográfico y no se achica ni achicará a la hora de imprimirle una firma personal a lo que narra. Hasta aquí, incluyendo ésta, su segunda película, le ha funcionado muy pero muy muy bien su fórmula de autora, quizás porque ha manejado de mil maravillas ese “todo” que significa elegir con precisión sensible las temáticas de lo que vas a contar, los tonos en los que vas a desarrollar esos temas, las maneras en los que vas a escribir esos temas (Fonzi es su propia guionista) y -por último- la manera en la que vas a desandar esa dramaturgia desde lo actoral.


En todas las “patas” de esta mesa del cine, Dolores se mueve con pericia notable. Y en la tercera, la de plantar frente a cámara a actores y actrices la rompe, porque actuando es donde más millas de vuelo acumuladas tiene.


Si bien la historia en la que basa este film es materia prima cruda, real -y esto pudiera sugerir a priori un tono tremendista para plantear cada elemento- Fonzi ha logrado manejar el relato para que las personas que entran a la sala de cine a ver su film viajen con ella a través de las peripecias que ella misma quiere desandar en torno a esta historia. Dolores pone su firma en el viaje, aunque casi la totalidad del público sepa qué es lo que va a ver cuando entra a ver “Belén”: la increíble y violenta historia real de como a una piba de 24 años, de la clase trabajadora, a la que se la condena a ocho años de prisión, bajo sentencia de homicidio agravado por el vínculo, sólo por haber tenido un aborto espontáneo en la guardia de un hospital a la que llegó al borde de un desmayo. Ninguna prueba de ADN con respecto al supuesto feto suyo que encontró una enfermera en el baño; feto que luego desapareció (¡literalmente!) como prueba. Decenas y decenas de datos incongruentes sobre las horas, los dichos, los escenarios de la causa. Cero contemplación para la palabra de Belén, cien por cien de validez al discurso de “abortera asesina” que la justicia tucumana le endilgó en el expediente y en el fallo con palabras y terminologías jurídicas políticamente correctas, sí, pero igual de violentas, prejuiciosas y misóginas que el encomillado que hemos elegido.


¿Cómo mostrar esto con un tono que no contamine de relato desgraciado y tremendista? Otra gran sucesión de aciertos de la realizadora. Dolores opta por varias cosas, como señalamos antes: un guion sumamente sencillo coescrito por ella, Laura Paredes, Agustina San Martín y Nicolás Britos donde no llueve la data tirada de manera innecesaria y porque sí, dónde no se subestima al público con el tono “explicator” que inunda a los guiones de cine actuales y dónde los diálogos son los necesarios, y los planteos de secuencias y escenas los más efectivos y sencillos en sus narrativas.


A este asunto de un buen guion le sigue un planteo estético -hablemos de la más esencial cinematografía- que está muy bien planteado; Fonzi resuelve muchos momentos importantísimos del film no desde la letra o desde las actuaciones, sino desde el cine mismo, el cine en acción. En este sentido al salir del cine recuerden, por ejemplo, la serenísima escena en la que Belén está con la bolsa de basura en el penal, o la escena donde solo se ven los pies de la policía antidisturbios y segundos después un pequeño globo sobrevolando el palacio de justicia de Tucumán; o la escena de las máscaras del final o, por qué no, el super macro al ojo de Belén dentro el camión celular, un instante del film que es casi kubrickeano, cine en estado puro.


Y volvamos a “lo tercero”, repitámoslo sin miedo a ser redundantes, porque las decisiones en el tono que Dolores elige para dirigirse actoralmente a sí misma y a sus colegas son acertadísimas.


La película recontra da para que todo sea tremeeeendo, sin embargo las actrices y los actores dan un tono sin exageraciones durante todo el film, aun en los momentos más dramáticos.


Ella (Fonzi en el papel de la abogada Soledad Deza) tiene un carisma militante y pasional súper real y controlado. Tira un vaso a la pared, sí, o controla un ataque de pánico en un momento de tensión, también; pero todo sucede con un realismo natural y super cotidiano. Fonzi la rompe.


Su entorno es fundamental: su mejor amiga la hace reflexionar sobre no sobrepasarse con los personalismos o los actos de egocentrismos en una lucha colectiva con un solo párrafo de guion, dentro de un auto chiquito, sin ademanes ni tonos de voz innecesarios. Su familia siempre está en momentos actorales salientes, muy bien escritos, pero sobre todo muy ben actuados.


Belén (Camila Pláate) brilla, un montón, muy mucho. Esa concha de Oro que le dieron en San Sebastián la semana pasada se la merece al 300%. Le podrían haber pedido una actuación marginal, de esas bien estándar, al estilo de la serie esa del barro que están dando ahora, ese espinóf de “El Marginal”, pero lo que nos da Camila es totalmente distinto: en su intimismo casi mudo vos no te quedás afuera de nada de lo que le pasa, es más, ves todo lo que está sintiendo y, cuando llega la hora de liberarse de la violencia que sufre, vos AGARRATE, porque vas a ver una de las mejores actuaciones del cine argentino en dos minutos increíbles.


Y hablemos un poco de Luis Machín... ¡por favor Machín! Su personaje podría ser un super villano perfecto, porque en realidad la persona a la que encarna en la película fue un villanazo total; sin embargo aquí el tipo entrega un tono tranquilo y sin desbordes y construye de todas maneras a un terrible juez sin alma al que vas a odiar. Atención en este punto, porque más allá de la violencia de género, el abuso patriarcal de las fuerzas públicas en contra de una mujer y otros temas relacionados con las desigualdades cotidianamente horrendas que viven o pueden llegar a vivir las mujeres, el film toca otro de los grandes -grandísimos- temas de nuestro mundo actual: La justicia que no es justicia. ¿De quienes viene, para quienes se aplica? Los dos temas encadenados -género y justicia sin justicia- son la esencia misma del film y de la historia que lo generó.


Por último, como cierre de este artículo, decirte algo que habla de los dos abordajes que hemos elegido para plantearte la película en este escrito: 1 el contexto, 2 la obra.


Una vez que agote su circuito en salas y ni bien suban la película a la plataforma Amazon Prime Video, millones y millones de personas la verán en muchas partes del planeta. Allí habrá un segundo hype (estruendo repercutivo) fuerte y muchas voces anti “woke” -cualquier cosa sea lo que significa eso- y anti feministas acusarán a esta película de panfleto con violencia. Por ahora no hay pruebas, porque todavía no sucedió, pero tampoco hay muchas dudas de que así será, porque aun restan que la vean muchísimas personas que no irían al cine a ver “una de pañuelos verdes”. Con la posibilidad de no salir de sus casa, pagar una entrada, y verla ahora en Amazon a un solo click de distancia, eso sucederá.


Lo cierto es que todo ese cacareo hater que se va a generar (muy probablemente desparramado con 99,5% de odio y 0.5% de argumentos) no demeritará una muy buena película que llega para plantear asuntos importantes e imperecederos en un momento donde -a nivel global, y no solo en la Argentina de Milei- se insiste con que no conviene plantearlos o directamente se dic que no está bien plantearlos.


Los odiantes pasarán, y querrán acusar de panfletaria a esta película mientras compran a paquete cerrado y sin problemas cada uno de los embrutecidos y maniqueos guiones del Hollywwod popcorn, esos que proponen intervención territorial y avasallamiento de las soberanías, individualismos, violencias varias y justicia por mano propia en nombre del triunfo “del bien sobre el mal”. Desde las películas más “políticas” hasta en las más tontas películas de súper héroes que vienen de esa factoría venden esos mensajes. Eso no les molesta como “bajada de línea” o “no te metas con mis hijos”, amuchas personas que sí serán capaces de cuestionar lo “tendenciosa” que es la película de Fonzi.


El tiempo pasará tras el aluvión de estas quejas odiantes que -sin dudas- vendrán en los próximos meses cuando Amazon estrene el film. Pero en cinco, diez, quince o cincuenta años, un ciclo de cine de barrio pasará “Belén” y en primera, segunda o décima fila dos personas se agarrarán la mano para sellar un acuerdo total de sensibilidad con el material visual que tan pero tan bien les acaban de contar. Hasta mientras tanto, andá a verla al cine y cuando salgas... ¡Decime si exagero!

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