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Brasil, el país de Gal Costa

Cada año se realiza la Fiesta de la Literatura (FLIP), en la ciudad de Paraty (Brasil), población que se encuentra entre montañas verdes, igualmente distante entre Rio de Janeiro y San Pablo. Una Feria del Libro que pone énfasis en los autores cuyos libros se exponen a través de importantes editoriales y es apoyada principalmente por el Banco brasilero Itaú.


La Feria se convierte en uno de los acontecimientos culturales más destacados del lugar, con una convocatoria numerosa de expositores y de público que llenan la ciudad brindando un espectáculo popular particular, único.


En 2014, estuve ahí como lo hacía prácticamente todos los años. Conferencias, entrevistas, charlas, música, cine todo confluye durante esos días. Los bares temáticos, forman parte de la movida, ofreciendo espectáculos propios que adhieren a la fecha. Siendo la gastronomía una representación genuina de su cultura, en esos días sorprenden con innovaciones que enriquecen la propuesta.


Ese año se presentó Gal Costa, la cantante bahiana adorada por su Brasil, en la apertura de la Feria. El lugar destinado para la presentación estaba ubicado frente a La plaza de la Matriz al costado de la Iglesia Matriz de Nuestra Señora de los Remedios.

Nada podría haberme sorprendido más que el anuncio de su presencia. Escucharla tantas veces, tener sus discos, admirarla y saberla allí me conmocionó grandemente.


Quería escucharla, verla, tocarla, hablarle. Todo trámite resultó más difícil. Estaba cuidada por su gente, sus músicos y solo se mostró la noche del concierto. En esa oportunidad, uno de mis hijos, (de los dos que viven allí hace muchos años), tomaba fotos para una página turística que tenían ambos. Esa fue la oportunidad: me colgué de él y avancé sobre el frente del escenario.


La música sonaba a todo volumen esperándola. La gente se movía al ritmo de la misma, y sus cuerpos vibraban entregados a un ritual danzante maravilloso.



De pronto, alguien la anuncia y sus músicos detonan en una fiesta de sonidos para darle la bienvenida. Ella, Gal, aparece vestida de negro hasta su cabellera larga, su rostro sonriente y agradecido. Empieza a cantar y su voz se eleva hacia lugares que solo el arte traslada, donde hay algo, algunos, otros o los mismos, volcados al placer, a la intimidad del goce sin barreras, sin certezas, como uno imagina y sueña. Gal Costa y sus pares: Dorival Caimmi, Caetano Veloso, Joao Gilberto, Gilberto Gil, María Bethania… música negra, blues (adoraba a Janis Joplin), toda la música en esa estampa orgullosamente bahiana. Habló poco y cantó mucho. Todos coreaban las canciones y un torrente de emociones cubrió ese lugar Inolvidable. Brasil se sintetizaba en “Corazón vagabundo”, “Luna, Luna, Luna”, “Tigresa”, “Solamente loco” y más, mucho más.




Gal Costa murió en el mes de noviembre de 2022, siete años después de haberla visto y escuchado. De pronto un ruido de mar despierta este recuerdo, un samba me cosquillea en el corazón, esa plaza me lleva hasta la puerta de la iglesia y desde ahí el bar Coupé me invita con una caipiriña.


Todo da vuelta, toda va y viene y Gal Costa sigue estando en mí.



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