Marité Berbel: esa mujer es como el Pehuén.
Marité Berbel es artista, y si no lo fuera, lo sería pese a ella. Lo es porque encuentra en las palabras escritas por su padre, la forma de pensar el mundo.
Marcelo Berbel, el poeta nacido en Huincul (Pcia. del Neuquén) posiblemente haya deseado perpetuarse, o tal vez nó, simplemente permanecer a través del canto de sus herederos, con los paisajes que grabaron en su mente esa forma de pensar la vida.
Me detengo en esto: ¿será que lo vivido, lo visto, lo conocido y más: lo soñado, forman la manera de pensar la vida?. Tal vez sea así y está en el laberinto de frases que tejen el paisaje de una patagonia aún desconocida. Marcelo las decifró y sus hijos las cantaron y Marité sigue en el rumbo de aquellos sonidos que arrullaron su cuna.
Hay cientos de poemas manuscritos en cuadernos que se mantienen en el seno de la familia . Cada día Marité los abre, los escruta, los pone en vuelo: música, canto, guitarra con su hijo Traful. Ríe y goza, se emociona y llora, se entrega y se guarda. Otra vez la tierra, el sembrado, los animales, las siestas debajo de un árbol y el mate con su compañero de vida: el Negro Trujillo.
Para qué inventar las palabras si ya están dichas en la poesía de Marcelo. Para qué buscar sonidos que laten en cada canción que se escucha en la voz de Marité. Era muy pequeña y ya sabía que estaba viajando hacia el lugar que ocupan los artistas, ese lugar donde se maquillan las realidades con sus sueños, donde nada es imposible ante la asombrosa parición del verso, del trazo, de la danza.
Marité, esa mujer que no se agota, que no decae, que no renuncia, que encontró una manera de concebir la vida y que está entre nosotros como el Pehuén: firme, alto, fuerte, hermoso.
