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¿Cuántos culos tiene un pollo?

Si había una pelea que se reiteraba en la mesa familiar cuando con mis hermanos y yo éramos muy chicos era para ver quién se comía el culo del pollo asado.


Todavía no tengo claro si era porque nos parecía gracioso comernos el culo del pollo o si el culo del pollo era sabroso. Supongo que la segunda teoría guarda más fundamentos porque los culos de los pollos tienen abundante grasa. Y esa grasa con el calor del horno se convierte en un bocado crujiente y apetitoso.


Lo cierto es que cada vez que se servía en la mesa un pollo asado comenzaban las disputas: “¡Yo quiero el culito del pollo!” “¡Yo también quiero!” “¡Yo también!”, sonaba el coro. Y no había forma de terminar la puja ofreciendo alitas o patitas, dos presas siempre favoritas entre los comensales infantiles. Era el culo del pollo o nada.


Mi mamá no se hacía muchos problemas en aquel entonces porque los tres hermanos éramos muy chicos y ninguno tenía conocimientos acabados sobre la anatomía animal. Por eso, inmediatamente traía la calma con una frase que hubiera puesto en alerta a todo el mundo científico: “No se peleen que hay un culito de pollo para cada uno” (En términos académicos: 1 pollo = 2 alas + 2 patas + 2 muslos + 1 pechuga + 3 culos).


Pero tal ecuación tenía algo de lógica. Con un poco de imaginación y paciencia, mi mamá separaba trocitos de carne, los envolvía con cueritos que sobraban, y con la pericia de un cirujano plástico construía dos presitas ligeramente redondas y visiblemente apetecibles que se asemejaban (bastante bien, supongo yo) a los culos que le faltaban al pollo. Y el conflicto se terminaba.


Pasaron algunos pocos años hasta que un día llegó el momento de conocer la verdad dura e inapelable que durante un tiempo se nos había ocultado aprovechando nuestra inocencia de niños. Fue una revelación que nos tomó por sorpresa y nos generó algo de confusión, pero que tuvimos que aceptarla sin chistar frente a la evidencia de la naturaleza: los pollos tenían (y seguirían teniendo a lo largo de su existencia) un solo culo.


Más allá de la frustración, para ese entonces ya estábamos más grandecitos y aquellos berrinches caprichosos y acalorados se nos habían pasado cada vez que a la hora de comer había pollo asado. A lo sumo se generaba alguna tensión cuando jugábamos entre los tres (los dos más chicos de un lado y yo del otro) a tirar de los huesitos que forman la pequeña horqueta de la pechuga para ver a quién le llegaría la buena suerte si se quedaba con la mayor parte cuando la estructura se quebraba. Pero después comíamos con mucho apetito las patas, los muslos o cualquier presa, sin distinción.


Estábamos creciendo y todo era rico.


Así, con el paso de los años, el culo del pollo, aquel bocadito delicioso y tentador que tantas peleas y discusiones había desencadenado en nuestra primera niñez, de buenas a primeras se fue quedando en el olvido.


Fue un alivio para mi mamá, que dejó de realizar esas cirugías reconstructivas tan complejas y de lanzar mentiras compasivas cuando nos sentábamos a la mesa. Y fue una gran ayuda para nosotros en la escuela, donde aprendimos sobre ciencias naturales sin cuestionamientos a las maestras y sin la más mínima chance de sembrar dudas en el mundo de la ciencia sobre cuántos culos podían llegar a tener los pollos.

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kichaten
kichaten
Mar 18

😍

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