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Deporte es cultura


Ariel Scher es considerado un excelente periodista deportivo. Cuando concluyó la escuela secundaria se inscribió en el Círculo de Periodistas Deportivos. Ahí empezó su carrera.

Luego, trabajó en una colección de medios: El Handball, La Razón, Sur, agencia Interdiarios, revista Noticias y Clarín, entre otros. También en el Consejo Latinoamericanos de Ciencias Sociales (CLACSO) y en el Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administración (CISEA).

Publicó varios libros, de investigación y de cuentos. Es uno de los pocos periodistas deportivos que cuando escribe intenta narrar para que sus notas crezcan: y crecen. El último de sus libros fue “Contar el juego. Deporte y literatura en Argentina”.

Layapa web recogió de su muro en facebook este relato, a propósito de la muerte de Leopoldo Luque:

La Tía Aurora, Luque y ser valiente

* Por Ariel Scher


En la casa de la Tía Aurora, jamás decíamos que alguien era valiente. Decíamos, decíamos si hablábamos de fútbol, de política, de la persistencia de la lluvia o de las ganas de respirar un aire mejor, "valiente como Luque". "Valiente como Luque" repetíamos y enfocábamos a la pared en la que Luque, Leopoldo Jacinto, futbolista, delantero, goleador, hábil, campeón, lucidor de bigotes bien suyos, generoso sobre cada hierba, conmovía hecho póster y hecho honores.


Un ratito o un tiempo largo resultaba inevitable mirar ese póster: la camiseta de la Selección, las salpicaduras en el pecho que eran marcas de sus heridas y de sus orgullos, la certeza de que pocos tipos tienen un partido tan propio con la funda celeste y blanca como él, en pleno Mundial de 1978, frente a Francia, para ganar, para meter un golazo desde afuera del área, para resistir el dolor de un cacho de brazo roto, para aguantar todo y en ese todo hasta la muerte de un hermano, para jugar de punta a punta como un crack.


La Tía Aurora sentenciaba que futbolistas grandes había muchos y actos valientes también había muchos. Pero pocas circunstancias como aquel partido (o como ese póster) condensaban las dos dimensiones. "Y eso -añadía la Tía Aurora- que la valentía de Luque no había empezado ni se había acabado en esa noche contra Francia". Después, desmenuzaba: la valentía de insistir en llegar a Primera a pesar de que la Primera lo había eludido hasta una edad en la que otros muchachos ya apilaban famas, la valentía para sudar el fútbol con la elegancia de los talentosos y con el compromiso de los solidarios, la valentía de regalarle una caricia de confianza al Diego cuando el Diego debutó en la Selección entrando en su lugar, la valentía de abrazar a las Madres y a las Abuelas de Plaza de Mayo, justo en el estadio de River, al cumplirse tres décadas del título mayor para dejar en claro que los campeones de la pelota y las campeonas de tanta existencia integraban un mismo y querible mundo.


"Valiente como Luque" aprendimos a pronunciar hace rato. También lo pronunciamos ahora mientras la Tía Aurora avisa que ese póster, un póster valiente como Luque, se queda en la pared y en cada corazón para siempre y hasta siempre.

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