Educando al odiante
"Amar es ir a ciegas
El corazón despega, mientras todo arde
Odiar es mucho más sencillo
El odio es el lazarillo
De los cobardes"
Jorge Drexler

Mientras miles de hectáreas se incendian en el sur, desde las redes oficiales de Bullrich, lejos de contarnos qué hará como ministra a cargo para empezar a apagar esta catástrofe, la mujer ha comenzado a desparramar ideas socio políticas revulsivas para que el argentino odiante promedio comparta en loop todas y cada una de la barbaridades que ella suelta como verdades patrióticas. Todas ellas tienen los mismos destinatarios, claro: pueblo mapuche, organizaciones civiles ambientales, organizaciones políticas disidentes.
Pero hagamos foco en el último ejercicio retórico en redes de la ministra. Esta semana ha elegido comenzar a utilizar con ahínco el latiguillo bravucón que suele acuñar con pasión la ultra-ultra derecha argentina desde hace unos años:
“En el sur la única bandera que flameará es la Argentina”
Con esta simple frase Bullrich engolosina al odiante dándole de la sustancia primitiva que tanto necesita: la violencia reaccionaria e infundada, pues con esta "propuesta" la ministra da entender dos cosas:
A) Que el pueblo mapuche (todo, porque no hace distinción alguna de nada) sería culpable de los incendios
B) Que la bandera del pueblo nación mapuche, la wenufoye, es ilegal y funciona como un símbolo amenazante, como un arma ideológica que demostraría que TODO el pueblo mapuche no acepta la habitación de sus territorios dentro de las dos repúblicas establecidas a los dos lados de la cordillera (Argentina y Chile), sino que pide para sí -y con metodología ilegal, violenta y separatista- tierras que no corresponden. Es más: que hasta quieren quedarse con TU tierra, porque sí, en el manual básico del odio insuflado se necesita que VOS creas que vienen a atacarte A VOS.
Si se necesitara un dibujito para entender el mecanismo, porque da pereza reflexionar por la vía de la lectura y el conocimiento adquirido metodológicamente, aquí va uno

El primer error en proponer esto que propone la ministra (en realidad es mala intención, porque error es el que comete el que desconoce) es tratar de imponer en la sociedad la errada idea de que el pueblo mapuche no tiene matices, que si habla uno, todos dicen y piensan exactamente lo mismo. Es decir, que son una secta, o una célula terrorista de un solo dogma. ¿Existe una sociedad, una asociación civil, un club, un sindicato o un pueblo cualquiera que funcione así, como zombies unificados bajo la misma consigna? No, entonces: ¿por qué el pueblo mapuche funcionaría de esta manera? La pregunta es de fácil respuesta, pero es probable que la ministra no esté interesada en que lo veas de este modo.
Lo segundo que habría que reflexionar es que Bullrich jamás aclarará que la bandera mapuche no es la bandera de una república, que la wenufoye es en realidad el estandarte de un pueblo nación existente y vigente, que es otra cosa totalmente distinta. Social, política y filosóficamente diferente.
La wenufoye es la unión de 210 ideas de personas mapuche de comunidades de todos los territorios, que en 1992 acordaron en el llamado "Consejo de Todas las Tierras" qe se realizó con comunidades de ambos lados de la cordillera, que esta es la bandera que les representa.
El grueso del pueblo mapuche no pide independencia, porque ese fantasma separatista es el que se quiere blandir. A los dos lados de la cordilllera el grueso del pueblo mapuche exige la declaración constitucional de plurinacionalidad en ambas repúblicas, la de Chile y la de Argentina, situación que es una realidad geo-política consumada y en uso y que está constituida en países como España, Canadá, Bolivia, Rusia, Bélgica, etcétera.
En estados plurinacionales se aceptan la diversidad cultural, el idioma, el sistema filosófico/espiritual y se respeta la organización interna de todos y cada uno de los pueblos que viven dentro de un estado republicano de constitución suprema. Todo bien prolijo, todo bien contemplado dentro de la ley.
Las malintencionadas ideas de que el pueblo quiere la guerra y "robarse todas las tierras", son una fantasía inoculada de quienes quieren a sus sociedades del lado estúpido y reaccionario de la vida. Es más, con suma tristeza vemos hoy en día en nuestro sur que hasta algunos de los hermanos y hermanas, que no quieren o aun no se animan a tomar contacto con su propia raíz familiar mapuche, terminan suscribiendo a este discurso de odio... ¡hacia sí mismos!.

La wenufoye flamea en los cielos del sur porque flamea en territorios mapuche, frente a sus casas, en algunas instituciones o sitios públicos que comparten con el resto de la sociedad y en sus propios espacios comunitarios. Es su derecho de identidad, no es la guerra separatista que venden con sus diarios cientos de reels berretas en redes pagados por el artefacto paraestatal en redes que financia el gobierno.
Pues bien, al que odia tanto ver la wenufoye flamear, se le puede hacer una simple pregunta: ¿a las comunidades y asociaciones españolas, alemanas, suizas, galesas que habitan en el sur se les exige que bajen estandartes acusando a su gente de terroristas?.
Y si existen conflictos vigentes sobre cuales son exactamente los territorios comunitarios del pueblo mapuche (y de cada pueblo originario del Conosur), es porque ni el estado argentino ni el chileno se dignaron a realizar conscientemente los relevamientos territoriales que estaban obligados a realizar por leyes nacionales y tratados internacionales. Ni los poderes ejecutivos, casi nunca los legislativos y rara vez los judiciales de ambos estados se han sentado a trabajar este tema como corresponde. Herramientas les sobran, lo que falta es ganas de solucionar el dilema seriamente.
Y esto que estamos mencionando en este artículo por supuesto que es lo que sucede hoy, en la actualidad, más si nos quitáramos la pereza individualista por un rato y revisáramos hacia atrás (cosa que los estados antes mencionados tampoco quieren hacer) llegaríamos a ver con claridad el genocidio acaecido hace no tanto tiempo, negado a rabiar, un genocidio que, a pesar de los factos que demuestran con todo tipo de documentación y memoria social viva que el intento de exterminio sistemático ha sido la más pura verdad y que han sido asesinados cientos de miles de personas de los pueblos originarios en campañas orquestadas por los estados, se niega a rabiar.
Lo curioso es que el genocidio a los pueblos originarios no solo se niega y oculta, sino que hasta es motivo de burlas por parte de las bestias poderosas y sus aplaudidores sin seso. Con frases del tipo “Roca, te quedaste corto” (es curioso, es exactamente la misma frase que usan, pero reemplazando con el apellido “Videla” o "Pinochet", para cargar contra los trabajadores y sus organizaciones sociales) legitiman el odio de acción directa.
Por todo esto, no es desmedido reflexionar que, por cada video desparramado por la Ministra de la Nación y el aparato de propaganda paraestatal, se desata una furia injustificada e insensata en una parte de la sociedad que funciona receptiva a estas propuestas ciegas.
Tal vez por todo esto, el pueblo de Argentina y Chile que habita en zonas del sur podría detenerse un rato antes de alzar la voz en contra del pueblo mapuche y -en ese ejercicio de introspección- podría el pueblo mirarse hacia sus propios adentros, porque al odiar al mapuche es muy probable que -en un alto porcentaje estadístico- estén ejerciendo xenofobia y odio contra vuestras propias familias, contra vuestra propia sangre de origen. ¿Cuántos habitantes de este sur se la pasan diciendo "mi abuela es criolla del campo" o "mi abuelo era mapuche"? ¿Es eso magia romántica o una fuete línea directa de linaje cultural está allí, pidiendo que el lazo se concrete?
Muy bien, la respuesta al dilema se responde sola, se manifiesta clara en la memoria de la tierra, en la memoria de la propia sangre.
No más odio injustificado, ni acusaciones altisonantes que solo traerán falta de justicia, pérdida de soberanía y quizás y lamentablemente y en el peor de los casos, una persecución que reedite en escala uno de los genocidios más atroces de la historia.
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