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El duce cien años más tarde

Dos de las principales plataformas de streaming tienen en su catálogo “M: El Hombre del Siglo” el biopic del ascenso al poder del Duce. Hay que verla, amén de ser genial en su factura es un contenido necesario para la conciencia actual.


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Por Fernando Barraza


Escribo este artículo unos días antes, pero se va a publicar el día exacto en el que la ciudadanía de mi país hoy está votando congresales en elecciones intermedias y todo indica que esta noche va a quedar bien claro -más que nada- una cuestión central única y total: cuánto es que el pueblo está de acuerdo y cuanto es que está en desacuerdo con el camino recorrido hasta aquí por Milei y el poder que lo sostiene”


Vaya momento.


Este domingo en particular -y todo lo que suceda dentro de él- bien podría ser un pasaje de cualquiera de los ocho episodios de “M: El Hijo del Siglo” la fascinante mini serie que puede verse desde finales de septiembre en las plataformas Mubi, Amazon Prime y -dicen- en todas los portales alternativos piratas que andan dando vueltas por el Internet. Pero eso de los sitios piratas no lo podemos asegurar, eh, porque ustedes lo saben muy bien: es un delito...


Bueno, no nos dispersemos por favor, retomemos la idea, que esto es una reseña de una serie y no un paper sobre moral y legislaciones en territorios digitales:


Decíamos entonces que este domingo argentino bien puede ser parte de la trama de esta serie. Está bien, la propuesta es altisonante, sí. Pues entonces expliquemos un poco por qué decimos algo así.


¿Cómo acomodamos a Benito Mussolini cerca de Milei sin generar la reacción inmediata de sus abogados?. Veamos.


Lo que esta serie nos cuenta es el confuso momento histórico de desangelación popular en Italia por el cual la chispa de una idea política totalitaria generó el nacimiento de un régimen vitoreado por la mayoría de un pueblo. ¿Estamos nosotros allí, quizás? Nadie se apresure en contestar, solo piensen un rato.


Te podemos ayudar con más contexto para pensar tamañana pregunta. Por ejemplo aportando con los primerísimos dos minutos de la serie, que te los vamos a espoilear descaradamente en la siguiente captura en video que vas a ver a continuación. Este comienzo nos muestra sin anestesia cual es la historia que se nos contará durante el transcurso completo de la serie, la historia de un ser totalitario que se cree extraordinario, sí, pero también la historia de un pueblo que es capaz de amarlo/odiarlo/amarlo en un rulo temporal y psico-emocional casi incomprensible.


Por otro lado, estos son los dos mejores primeros minutos que una serie ha tenido en mucho tiempo. Es más: bien puedieran quedar en el top de los mejores momentos de arranque de la historia de todas las series de todos los tiempos. De todas, eh.


A Milei le encantaría esta consigna, porque le gusta mucho esto de “el mejor gobierno de la historia”, “el mejor ministro de la historia” y toda esa pomposidad. Pero, más allá del sarcasmo, te lo estoy diciendo enserio: esto rankea como uno de los mejores comienzos de series “ever” (como dirían los pibes). Vos miralos, y decime si exagero...



Luego de esta impactante presentación, con el cadaver del Duce interpelándonos desde el presente, la serie vuelve atrás en el tiempo y arranca en 1919, días de desencanto en Italia y en casi toda la Europa occidental tras la tierra arrasada que dejó la primera guerra mundial.


En la penumbra de la debilidad, el odio crece como hiedra en la piedra húmeda. Y allí comienza este relato de historia ficcionada.


Nueva pregunta: ¿es el punto de partida de esta serie (el año en el que Mussolini, aun un don nadie, levanta la voz de manera histriónica y funda el fascismo) parecido a la Argentina de estos últimos dos años? Puede que sí, puede que no... aun. No especulemos mucho, más bien tratemos de pensar las cosas con calma. Pero sin dormirnos ¿dale?.


“M: El Hijo del Siglo” es una miniserie basada en la monumental novela histórica homónima del napolitano Antonio Scurati, que es la primera de una trilogía que narra todo el recorrido de Mussolini -hasta colgar de cabeza en la Piazzale Loretto junto a su amante- pero que en este primer volumen, por ahora el único publicado, cuenta los años de surgimiento del Duce, desde que deja de ser un socialista director de un periódico insignificante hasta el 3 de enero de 1925.


Esa fecha en particular es importante, porque fue cuando Mussolini, fortalecido por la inacción de la posición en el parlamento (¡ups!) se sobrepone de las acusaciones públicas por haber mandado a asesinar a su principal rival político, el socialista Giacomo Mateotti, y en un discurso histórico asume «cualquier responsabilidad histórica, política y moral» que se derive de aquel crimen que él mismo encomendó. El duce le refrega en la cara al Congreso que -a pesar del horror y la violencia que su partido infnde- hay una relación de fuerzas a su favor en un país que lo apoya masivamente.


Con este simple discurso, y frente al silencio lacerantemente pragmático de sus opositores, es como se da inicio oficial al régimen dictatorial fascista, ese que es célebre por todo lo violento, maligno y totalitario en lo que destacó. Historia: todo está allí para revisarlo. Dato, no relato.


Tras el episodio del discurso de la autoincriminación, las garantías constitucionales desaparecieron en el reino/república de Italia: el congreso dejó de funcionar, la justicia se amañó a piaccere del fascismo y el duce tejió alianzas estratégicas con los dos populismos de derecha más grandes de Europa: el de Hitler en Alemania y el de Franco en España, convirtiendo al reaccionario hábito del gobernar autárquicamente mediante derechas populistas en una “realidad” o un espíritu de época.


Pero ojo, porque ese esplendor siniestro, con guerra mundial y genocidios masivos de por medio, no son materia de desarrollo en el primer libro de Scuratti, ni en la serie. Ambas obras comienzan cuando el duce nace “de la nada” como figura política y finalizan sobre el filo mismo de ese “triunfo” dictatorial. Bueno... más contexto histórico para reflexionar en este domingo de elecciones ¿no?


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La realización de esta miniserie se ha dado gracias a la alianza de productoras privadas de Inglaterra (Sky Studios y Fremantle), de Italia (The Apartment Pictures y Cinecitta), de Francia (Pathe) y de EEUU (Small Forward Productions) junto al estatal instituto de cine italiano. Esta presencia del estado en la coproducción fue la excusa perfecta para que la derecha italiana se deshiciera en comentarios de odio contra la serie en redes sociales, utilizando el mismo discurso infantil que las derechas usan en todo el planeta: que se destinan fondos públicos para adoctrinar con trabajos audiovisuales que atentan contra la moral, la familia, la propiedad, que son una basura woke que bla bla bla bla bla bla y bla.


Ah, pero nada dijeron de los inversores privados, eh, que son el recurso económico principal de la serie; porque al capital se lo puede criticar un ratito, sí, pero no se lo toca demasiado. Así de maniqueo e infantil es el devenir intelectual de esta entidad bastante uniforme en todo el planeta llamada “la derecha”.


Por suerte el cacareo que pedía la suspensión de pantallas de la serie no llegó ni a la esquina. El mercado -a través de todos los inversores privados que hicieron gran parte del financiamiento- había decidido que la serie se estrenara en dos de los mayores sitios de streaming del planeta, y así fue, no hubo cacareos furibundos que valieran. Así la masa trollera de la derecha tuvo que verter conceptos de odio vagos e imprecisos y llorar pavadas sin fundamentos en la llorería.


Sobre sus creadores


“M: El Hijo del Siglo” está escrita por Stefano Bises y Davide Serino con la colaboración invaluable de Antonio Scurati, el mísmismo escritor de la bestia literaria en la que se basa la serie.


Para dirigirla reclutaron al inglés Joe Wright, quien tiene una filmografía super ecléctica en temáticas, pero homogenizada en la fuertísima (y bella) marca de su propia estética audiovisual.


Joe hizo películas basadas en obras de Jane Austen, de Tosltoi y de JM Barrie; pero también le puso en cine la cara reciente a una de las más salientes figuras históricas del Siglo XX: Winston Churchill. El film “Darkest Hour” nos trae a Gary Oldman interpretando el arco de ascenso y caída del primer minsitro británico más famoso del mundo. Al menos el más famoso hasta que Tatcher arrasó con mano dura en los ochentas (si lo sabremos los argentinos...) y más adelante Tony Blair se recibió de perrito faldero de los Bush.


Por este “eclecticismo controlado” Wright es el hombre indicado para dirigir esta serie, porque para contar con pericia y profundidad a Mussolini en tiempos de deficit de atención quizás se precise alguien como él; un tipo que te puede mezclar el montaje frenético de Guy Ritchie, con la fotografía pastel/marron de Coppola en la saga de “El Padrino”, con la estilización de la violencia en moderno explotation a lo Tarantino y con los trucos casi teatrales de actuación humana sobre proyecciones en blanco y negro que explotó Lars Von Trier en “Europa” o “Dogville”.


Todo esto que te acabo de mezclar hace Wright en cada uno de los capítulos de esta maravillosa serie. Y no es solo él, claro: vamos a darle, por ejemplo, un puntaje de 10 sobre 10 en un apartado especial al maestro Seamus McGarvey, un director de fotografía que participó de toda esta. Y ya que estamos también meteremos en esta premiación especial con 10 sobre 10 al maestro Tom Rowlands, uno de los dos genios que conforman el dúo The Chemical Brothers, quien ha compuesto una majestuosa banda sonora electrónica combinada con pasajes clásicos realmente excelsos.


¿Y las actuaciones? Bueno: todo el reparto es realmente espectacular, pero no hay como no detenerse exclusivamente en la figura de Luca Marinelli, el tipo que le pone la piel y el espíritu a Benito Mussolini.


No, no hay escapatoria en esto de detenerse solo en Marinelli, porque lo que Luca logra es tan pero tan descomunal que va directamente al olimpo de las mejores actuaciones masculinas de todos los tiempos en series. Esta actuación queda en el podio junto a James Gandolfini en la piel de Tony Soprano, a Brian Cranston y su Walter White, a Cillian Murphy y su Thomas Shelby o a James McGill y su Saul Goodman. Y no apuren mucho los veredictos eh, porque con el calor de haber terminado de ver a Marinelli esta semana, uno se ve tentado a ponerlo primero o segundo en esta lista de dioses de la actuación.


Lo de Luca es simplemente genial. Nunca sabremos cuantas veces lo autorizaron a romper la cuarta pared durante el transcurso de la serie porque el guión así lo pedía, o cuantas veces lo hizo porque -como el actor gigantesco que es- el tipo estaba completamente adentro del personaje del fascista más grande de la historia y no pudo contenerse en esto de mirar a la cámara y decir lo que quería decirnos, mirándonos a los ojos. Lo cierto es que el efecto de ruptura del contrato de ficción es completamente esti para volver inmediatamente a la escena es simplemente maravillosa.


Vean este otro fragmento pirateado del episodio cinco de la serie y reparen en ese detalle.



Como verán, en el final de la alocución aparece flotando el espíritu de Donaldo, el actual pato naranja de EEUU. Pero ésta que te mostramos, y otras pequeñas disgreciones, no son distracciones, son como cuchillos en la conciencia del espectador actual. Ninguna de ellas hace que la tensión dramática decaiga, más bien todo lo contrario: cada rotura de la cuarta pared que Benito/Marinelli nos regala, trae conceptos a tener en cuenta.


En este fragmento en especial tuvimos dos puntos claves para entender la eterna mecánica de los populismos de derecha (los de ayer, los de hoy): la soberbia del que se dice “outsider” de la política y se ufana de ser “lo nuevo”, como si en esto hubiera una fórmula milagrosa que te lleve a la gloria porque sí. Por otro lado, destaca el cinismo de saber que los actores de la derecha se portan como brutos y payasos y eso... y eso no es lo que importa, eso es apenas un “pues hablen de nosotros, ya sea bien o mal, pero hablen”.


Por último agreguemos -por qué no- la clásica reacción de la baba que se les cae frente al poder real venerándoles (en este caso es el Rey de Italia, pero bien podría ser el presidente o el secretario del tesoro de algún país). Y finalmente está el efectívisimo remate con el chiste de “Make Italia Great Again”, parafraseando al odioso agente naranja. Una verdadera maravilla.


De momentos como este está plagada esta fenomenal obra. Todo, eh, pero todo: lo cómico, lo violento, lo analítico, lo emotivo y hasta lo sexual de esta serie hace que pensemos la ya centenaria historia del Duce como si nos estuviera pasando exactamente hoy. Y aquí, en este poder de contexto que estamos destacando, hay una herramienta irreductible para que ustedes, queridos seres leyentes de este artículo, se armen de coraje, se dejen de miedos tipo “no, no, esto es muy duro... para realidades así está la realidad, yo mejor no la veo” y, abandonando esa actitud esquiva, encaren esta serie con ganas de recibir emociones, perspectivas y conocimientos, porque el tiempo es ahora. No olviden que ya lo dice el mismísimo Duce al final de los dos primeros minutos de la serie:


“Miren alrededor. De nuevo estamos aquí”.


¿Asusta? Y, sí. Pero no es por derrotismo a raiz del miedo o por negatividad nihilista que hay que ver esta serie. Más bien por todo lo contrario. Hay esperanzas renovadas y fortalecimiento comunitario en reconocer el verdadero rostro de quien llega para arrasarnos.


Para cerrar este escrito y terminar con una sonrisa, pego un volantazo y me gustaría compartirte un fragmento del “Pinocho” de Guillermo del Toro (2022) en el que el Duce va a una función de títeres en un circo ambulante y Pinocho se mofa del dictador (a quien cuando saluda le dice “Dolce” en vez de “Duce”) con una canción que inventa sobre las tablas.


En los últimos cien años de cine dificilmente encuentres una secuencia más antifascista que ésta que vas a ver.


Te dejo un abrazo enorme: ¡votá a conciencia hoy, eh! Y despues de terminar con este artículo buscá y mirá “M: El Hijo del Siglo” y tras verla... ¡decime si exagero!



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