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El Níspero




Viajero empecinado, árbol con sonrisas amarillas que al paladar deleita. Te conocí en la China cuando aquí ni árboles había, cuando ya los volcanes habían emergido y el mar se había retirado, y el desierto de arena todo lo cubría, incluso el paso cansino de los hombres. Al cabo, árbol, hermano, tus raíces no abandonaron en el aire la esperanza, y del Asia lejana caminaste hasta Europa, y de allí, marinero, atravesaste el mar embravecido para hacer tu propia América con raíces fugaces, con tronco para el fuego, con hojas que curaban toses y sonrisas amarillas de alegría para niños retozones.


¿Cómo llegaste, empero, hasta aquí, hasta el reino de la arena y los vientos impiadosos, si te vuelas tan fácil, si el caer es tu sino, como el del humano, más arisco y menos constante?


Alguien te trajo, Níspero, para anidar en el ángulo señorial de esta casona del sur, al amparo del viento, tu enemigo, a la sombra del excesivo sol de las tardes de verano, para crecer de a poco y pasar por los años y compartir con tus hermanas rosas este prado pequeño, en esta calle tan cerca de las palomas y del árbol de las brujas aburridas, lleno de vida y de verdor rotundo, con flores blancas que saludan el fin de las heladas, y esa sonrisa de corazón amarillo, que esconde huesos de chocolate duro, igual que el hombre, tan igual al hombre, viajero empedernido.


Yo te tuve en el patio, en otra vida, en otro lugar de este país tan grande, y comí de tus ramas esa sonrisa que todavía me dura, árbol amigo, y temí que con la tristeza que a veces me embargaba, también dejarías tus raíces al aire del invierno,


Para morir de a poco

Para morir de a ratos

Como acostumbro a hacer en las tardes serenas

Cuando el silencio inunda

Los recodos del patio


Y ahora te he encontrado aquí, en la Patagonia, abrigado a la sombra del muro de otra gente, que vive su rutina, su andar lento y cansino, y desde esa galería que tus ramas rozan y tu olor dignifica, seguro habrán amado


Tanto o más que nosotros,

Viajeros que del mundo sabemos poco y nada, con raíces fugaces que al viento se desnudan, para caer entonces, sin gemir, sin decir nada, para ser olvidados, ya no en la superficie, ya andando sin reposo por dentro de la tierra.

1 comentario


Edith Galarza
Edith Galarza
29 dic 2024

🌿Es un muy hermoso poema sobre una relación sensible vegetal/humano. Gracias por escribirlo. Yo también expreso esa forma biopoética.

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