La necesidad imperiosa del éxito
Tras una persistente malaria, siempre asoma la necesidad imperiosa de un éxito. Algo cálido y satisfactorio que mitigue el efecto del frío de los bolsillos y las almas.
El triunfo por penales de Argentina ante Colombia, fue ese calorcito, asociado al éxito, difícil de encontrar en los fracasos. Digamos que, si Emiliano Martínez no hubiera atajado tres de esos penales, la historia tal vez hubiera sido otra y hoy estaríamos hablando de otra cosa. Porque el éxito es esquivo, y, muchas veces, casual.
El desahogo de esa noche fue tan grande, que dejamos tecleando una serie de disposiciones de lo políticamente correcto. El arquero argentino plantó su hombría sobre la cancha al mejor estilo siglo XX, y fue celebrado sin culpas de género. Los jugadores les dedicaron el triunfo a “los putos periodistas”. Fue exaltado el tobillo sangrante de Messi, como prueba de presunta heroicidad: no hay batalla si no se deja algo de sangre sobre el campo.
Hacía mucho que la selección de fútbol de Argentina no despertaba estos sentimientos primarios. Creo que está asociado a la necesidad imperiosa del éxito. En algo tenemos que ganar, para no percibir que somos los abanderados del fracaso.
Es un éxito parcial, pero éxito al fin. Está asociado a las emociones. Hizo trizas lo políticamente correcto de la época, y demostró que el machismo sigue instalado, y se presenta como virtud, aún por buena parte del público femenino.
Por eso que hay que pensar, reflexionar un poco, en lo que se esconde detrás de la alegría circunstancial. Ver la crueldad del afiche, agazapada en el sentimiento de la alegría vencedora. Asumir que la felicidad no es un triunfo, la imposición de un ganador sobre un perdedor, sino, tal vez, la belleza de conseguir metas, objetivos, para una alegría sin la humillación de los derrotados.
R. Boggi
