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Había una vez un Instituto Nacional del Teatro

El siguiente es un artículo editorial de Miguel Palma publicado originalmente


En el año 1997, el estado nacional, a través del DECRETO N° 991/97, creaba el INSTITUTO NACIONAL DEL TEATRO (INT), dando vida y estructura a la pocos meses antes sancionada LEY NACIONAL DEL TEATRO N° 24.800, que el CONGRESO NACIONAL, por aclamación, había promulgado en el mes de mayo.


La estructura tenía jóvenes 28 años cuando el gobierno actual, hace pocos días, la sustituyó por un organismo del mismo tipo que existen hace años, y no promueven ni generan la extraordinaria actividad que el INT logró en esa breve pero exitosa vida.


Pero vayamos por parte: ¿Qué es, y para que sirve, un ley que protege al teatro?. Una ley moderna, con todos los requisitos de la actualidad, y pensada para un país como este, en una situación como ésta… porque vale decirlo, no se trata de una ley anquilosada, hecha para otro país, en otras condiciones… Y que, además, fue sancionada por un gobierno que, como este, no entendía al estado como benefactor, o de imperiosa presencia, sino que antes de eso ya había privatizado, como este, varias joyas del estado (algunas con motosierra, otras con serrucho nomás).


El teatro es un bien cultural, parte del patrimonio que pertenece a los habitantes de este país… de él se nutre, a él representa, y a él le van dirigido todos sus actos y acciones.


Las leyes hacen que determinados bienes comunes sean accesibles a todo el pueblo, y no solo a los que pueden, y tienen, el dinero para obtenerlo.


En el caso del teatro, un fenómeno vivo, que como las clases que dan los maestros que forman a nuestros hijos, se hace cada vez… artesanal decimos… el actor, como el maestro, comparten el espacio con el público, o los alumnos, cada vez… representa un gran esfuerzo, y a la vez una gran vivencia… porque el otro, el que actúa, o enseña, está ahí, de cuerpo presente, compartiendo el momento y generando un acto conmovedor, y a la vez próximo… tan cerca como el espectador, o el alumno, se ubique de lo que ocurre…


La intervención del estado es necesaria para garantizarle a todos el acceso… ¿qué diríamos de una educación solo disponible para el que pueda pagarla? Que diríamos de un teatro que solo puede hacerse en la ciudad de Buenos Aires, donde los actores pueden ser profesionales, porque existe una gran cantidad de público potencial para verlos… en cambio las provincias más alejadas, las ciudades no tan grandes, el enorme país que produce alimentos y energía para todo el resto, no tendrían acceso.


Durante más de dos décadas el INT creó y equipó mas de 300 salas teatrales en todo el país.


Distribuyó espectáculos para que las transitaran.


Apoyó las producciones de grupos teatrales de cada rincón de este país.


Y lo hizo no solo porque el estado promovió una ley que obtiene fondos NO DEL PRESUPUESTO NACIONAL, sino que asignó un 1 % de los premios de lotería (antes tributaban el 30 % y ahora el 31%), y de las contribuciones que aportan los que hacen publicidades televisivas (muchas veces protagonizadas por actores formados en el teatro de todo el país); no solo por esos fondos asignados por ley, sino porque además constituyó un CONSEJO de DIRECCIÓN FEDERAL, que integran teatristas de todo el país, representando a regiones teatrales, y a la actividad teatral en su conjunto, y no nombrados a dedo por el funcionario de turno, y sus intereses coyunturales, sino por CONCURSO NACIONAL de ANTECEDENTES y OPOSICION, que garantiza pluralidad, pertenencia y conocimientos.


De un INSTITUTO AUTARQUICO, a una oficina en la ciudad de Buenos Aires, dentro de una Secretaría de Cultura, ocupada solo por porteños, y destinada a satisfacer las necesidades de la ciudad capital como pasa hace más de 200 años.


¿Quieren hacernos creer que esa oficina que sustituye a un Organismo ejemplar, pensado durante años para cumplir con su función, va a atender la demanda teatral de todo el país?


Tan ingenuos parecemos que ponen como excusa el gasto administrativo (muy parecido a lo del Garrahan ¿verdad?).


Como si el magro sueldo de un representante por cada región del país (6 en total), o la existencia de pequeñas oficinas en cada provincia, con un representante provincial y un administrativo, y muchas veces dentro de edificios oficiales que ya tiene el estado nacional, provinciales o municipales; de verdad implicara un gasto enorme… medio centenar escaso de personas que garantizan la distribución federal de la cultura… mucho menos que los cuerpos de asesores que luego necesitan, y que ponen a dedo, los funcionarios que nos desgobiernan, burdamente asesorados…


Creo firmemente que la verdad es otra: el INT es ejemplar porque es un ejercicio de gobierno colectivo. Cada decisión deviene de una votación entre los 6 representantes regionales, el representante del gobierno nacional, que oficia de director ejecutivo, y el representante de la secretaría de cultura, ambos cargos que pone el presidente de turno.


Cada una de esas decisiones figura en un ACTA OFICIAL que es pública, de distribución masiva.


Cada proyecto discutido forma parte de una minuta que cada representante eleva, y pone a consideración, fruto del trabajo de cada provincia con sus teatreros, y el pueblo que las demanda.


Esto es lo que molesta a un gobierno autocrático, empeñado en ajustar la vida, privilegiando los negocios… le cae mal que la gente se reúna a solucionar sus problemas… le es más fácil insultar a los que piensan diferente, golpear a los que protestan o destruir las cosas representativas.


Y este, finalmente, es el objetivo: demoler cada instancia que hace ESTADO a la institución que nos representa a todos, confundiendo la coyuntura de gobierno, con la FUNCION del ESTADO.


El INT era un organismo estatal, modelo, moderno, pensado para que los que tuvieran que ver con la actividad ser reunieran y resolvieran como progresar y desarrollarse.


El gobierno acaba de transformarlo en una oficina burocrática, donde resuelve lo que le parece, como le parece y cuando le parece a un secretario de cultura que solo sabe de comedias musicales, que copian malamente el formato de Broadway, y nada tienen de CULTURA NACIONAL.


Y duele, mucho… es triste porque como reza aquel viejo dicho: “… si el sabio desaprueba, no es bueno… pero cuando el burro aplaude… agarrate Catalina…”

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