Amalita, su "La Prensa" y el viejo que escribía "hace 50 años"
El periodismo puede dibujar sobre la realidad su particular manera de ver las cosas y comunicarlas tal cual lo vive, lo siente. Amalita Fortabat, fue una empresaria argentina ligada al poder siempre. Sus vinculaciones estaban allí: al tope de las grandes empresas, de las grandes fortunas, de las grandes decisiones que definen la particularidad de una época, de una etapa que deja sus huellas para (a veces) darnos cuenta quienes somos y porqué.
Asch tiene un recorrido por los personajes de la historia argentina que bien vale la pena asomarse a sus escritos y enterarnos de qué se trata. Su pluma merece la atención de layapaweb.com
*Por Hugo Asch
En 1995, mientras construíamos el pomposo Titanic de Amalita en los antiguos talleres de la calle Azopardo, los lectores de 'La Prensa', envueltos en la sagrada sábana del diario, se le morían, literalmente.
Las cosas habían cambiado mucho. Ya no escribía Camps. La viuda de Fortabat quería competir con su colega de Noble y había contratado a muchos periodistas nuevos, jóvenes, con barba. Uno, José Antonio Díaz, editor de política, había sido candidato del Partido Comunista.
En la redacción había quedado un viejito que seguía haciendo un clásico: la sección 'Hace 50 años', con textos que, intuyo, podría haber escrito él mismo en la redacción de Avenida de Mayo, cuando 'La Prensa' era, lejos, el diario más vendido del país.
Llegaba muy temprano, se sentaba frente a un enorme bibliorato y escribía, primero a mano, luego sus 25 líneas de 60 en el papel pautado de una Remington negra que sólo él usaba.
Cuando Loma Negra decidió cambiar todo el personal de recepción y seguridad del edificio, hubo un curioso incidente en la puerta.
El viejito --nunca pregunté cómo se llamaba, tal vez, o casi seguro un viejo amigo de los Gainza-- llegó a mediodía, como siempre. Cuando se dirigía a paso lento pero seguro hacia la puerta interior, un guardia de camisa gris lo paró, mano en el hombro.
--¿Donde va, señor?
--A la redacción.
--¿Usted trabaja aquí?
--Sí.
--¿Y qué tarea desempeña?
--Escribo Hace 50 años.
--No, no le pregunté desde cuándo, le pregunté que hace.
--Hace 50 años.
--Si, entiendo. Pero señor, lo que yo le pregunto es que tarea...
El viejito estalló de furia.
--¡¡¡No leen el diario, malditos, parva de bestias primitivas recién llegadas, no conocen nada, no leen el diario, no leen el diaaarioooo...!!!
Le alcanzaron un vaso de agua y una silla.
Después de un rato, ya recompuesto, el viejito entró a hacer su sección.
Allí estaba todavía, leyendo con una lupa el inmenso libraco del archivo en su mesa, el fatídico día que nos fuimos en fila, detrás de la renuncia de Marcos Cytrinblum, cuando Esteban Reynal ya había plantado a la segunda viuda de la Patria.
Dentro de 24 años, en 2045, alguien podrá describir éstos y otros curiosos hechos en la sección 'Hace 50 años'.
Tal vez lo haga el mismo eterno viejito con su bibliorato y su Remington negra en la fantasmagórica redacción del diario que, aún hoy, ha sabido convertir su insólita supervivencia en arte.
Por que no.
La vida es rara y lo seguirá siendo.
Comments