Juan Pedro, nuestro gran pediatra
- layaparadiotv
- 8 jun
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En días en los que el Hospital Garrahan está en boca de toda la sociedad argentina, te invitamos a conocer quien fue Juan Pedro Garrahan, la persona que inspiró el nombre al nosocomio que hoy está en jaque.
Por Fernando Barraza

El escenario de recorte presupuestario y destrucción del sistema de salud público nacional que ha puesto en acción el gobierno de Milei hizo que los días que corren estén pintados oficialmente con una pátina de pintura triste en la que los argentinos y argentinas somos quienes nos perjudicamos directamente.
Desde que asumieron, hace ya un año y medio, se nota, por cada semana que transcurre, el deterioro o desaparición en diferentes prestaciones de todo tipo de servicios de salud pública nacional. No son meros números de fría estadística, el simbronazo lo vive de manera carnal la gente que concurre, lo sabe tambien el personal que debe hacer esfuerzos extra para intentar mantener los funcionamientos esenciales sin que todo se caiga a pedazos.
Como si este golpe de desfinanciemiento económico no fuera una verdadera pesadilla por si solo, al problema se le debe sumar el padecimiento de un éxodo permanente de técnicos, administrativos y profesionales que, a causa de la pésima paga salarial, dejan de atender en hospitales públicos nacionales y en los poquísimo planes, campañas y servicios que el Ministerio sostuvo sin cerrar. Y ojo, los que se van son una cosa, también sumemos a los que el gobierno nacional no solo echa, sino que además estigmatiza en la hoguera de las redes sociales y medios afines como ñoquis o culpables directos de la miseria del país.
Y si bien el sistema de salud es más que un nosocomio, la cara más visible de este camino a la ruina de los derechos poblacionales a la salud pública es el cotidiano que se vive en los nueve hospitales nacionales en actividad que, si la persona que lee este artículo presta atención, son nombres que están empezando a sonar insistentemente -con malas noticias- en los medios de comunicación no coptados por el (muy bien remunerado) oficialismo obsecuente, inclusive hasta aquellos que sí lo están ahora han comenzado a cubrir la debacle porque, como ya sabemos desde la antigüedad, el sol no puede taparse con la mano.
Mencionemos entonces los primeros siete nosocomios “famosos” en las noticias: el Hospital de Pediatría "Dr. Juan Pedro Garrahan", el Hospital "Dr. Néstor C. Kirchner Alta Complejidad en Red El Cruce", el Hospital "Dr. Baldomero Sommer", el Hospital en Red Especializado en Salud Mental y Adicciones “Licenciada Laura Bonaparte”, el Hospital de Alta Complejidad del Bicentenario Esteban Echeverría, el Hospital SAMIC “Presidente Néstor Kirchner” y el Hospital General de Agudos "Dr. René Favaloro". Todos ellos son reconocibles en las noticias de cada día, pues todos están ligados a reclamos de profesionales y usuarios por desguaces y falencias presupuestarias y salariales. Los otros dos quizás no suenen tanto en los medios nacionales de difusión de noticias, porque no están en el cinturón de CABA/Cono Urbano Bonaerense, sino en regiones periféricas que no se suelen cubrir desde los medios masivos de comunicación. Uno está en Santa Cruz (el Hospital de Alta Complejidad "El Calafate") y otro está en Cañuelas (el Hospital de Alta Complejidad Cuenca Alta "Néstor Kirchner"). Pero si ustedes tienen ganas de guglear noticias regionales de Cañuelas y El Calafate relacionadas con ambos nosocomios, verán que también se encontrarán con un racimo bien poblado de pésimas noticias sobre ellos y su funcionamiento actual en medio de la desfinanciación.
Hecho este diagnóstico -tan triste como evidente- y antes de pasar al verdadero motivo de la columna de hoy, que es la ponderación de la figura de un pediatra gigantesco, quizás el más saliente del país, les invitamos a hacer un ejercicio de reflexión sobre la fecha de inauguración y puesta en funcionamiento de los nueve hospitales nacionales, porque es bien útil pensarlo:
El Baldomero Sommer se inauguró en 1941, bajo la primera gestión del gran sanitarista público argentino.
El Dr. Ramón Castillo. El Laura Bonaparte se inauguró como hospital de atención a la salud mental y adicciones en 1974, durante el tercer gobierno de Perón.
El Garraham fue inaugurado en 1987, durante el gobierno de Alfonsín.
Los otros seis se inauguraron durante los dos gobiernos de Cristina Kirchner.
Pues teniendo en claro el contexto de cuales fueron las fechas históricas y favorables para la apertura y desarrollo de hospitales públicos nacionales (esos que reciben a todo un país entero de manera segura, profesional y gratuita) y cuales son las fechas históricas favorables al desguase de los mismos, cuáles políticas de gobierno son las que abren y cuáles las que vacían y cierran, pasemos ahora sí a lo que vinimos: a la exaltación biográfica de uno de los agentes de la salud pública más notables que tuvo este país en toda su historia, ese que le puso el nombre al hospital pediátrico más famoso de la región -y uno de los más reconocidos en el mundo entero-, el mismo hospital que está siendo vaciado por el gobierno nacional y cuyo personal ha sido metido por las narices dentro de la espiral de violencia bruta e idiota que -desde el presidente de la nación para abajo- adoran ejercer a través de redes sociales pautadas de manera millonaria y medios de comunicación adictos, también pautados de manera millonaria.
¿Quien fue el Doctor Garraham?
Juan Pedro Garrahan Nóbile nació en Buenos Aires durante los primeros días de la primavera de 1893, un mes después de que se produjera la primera Revolución Radical contra la corrupción en el conservador gobierno nacional de Luis Saenz Peña y exactamente un día antes de que se produjera la rendición de la segunda revuelta radical, la de Alem. Años de insestabilidad socio política en el país, gobernado en rostro público por un expuesto y vilipendiado Luis Saenz Peña, pero ejercido fácticamente desde los laterales ocultos del poder por Julio Roca y los capitales extractivos europeos (especialmente los británicos) que apoyaban a aquel gobierno apuntado por corrupto, prevendario y desordenado.
El padre de Juan Pedro Garrahan fue un inmigrante irlandés. Su mamá, una inmigrante italiana. Su hogar, era una casa simple y próspera, de esos hogares que hoy podrían catalogarse como de clase media en una buena posición.
Desde muy pequeño Juan Pedro demostró una capacidad intelectual sobresaliente, tanto que terminó sus estudios secundarios a los 14 años e ingresó a la Facultad de Medicina de la UBA meses antes de haber cumplido los 15. Hizo su carrera en siete años y -con apenas 21 años- egresó de la UBA con diploma de honor.
El joven Garrahan también fue residente, tal y como los que aparecen hoy en las noticias. Dos complejos hospitales públicos lo recibieron: el de Clínicas y el Rawson, en ambos se interesó desde los primeros días por trabajar la medicina para las infancias, en el servicio de cirugía infantil del primero y en el servicio pediátrico del segundo.
Ni bien se recibió fue profesor libre, adjunto y luego profesor extraordinario de la Cátedra de Clínica Pediátrica de la UBA, también fue profesor de Puericultura en la Cátedra de Higiene y años más tarde directamente fue Profesor Consultor, cargo detentado solo por profesionales de mucha jerarquía e inserción en el mundo profesional de su comunidad. A pesar de su idoneidad sobresaliente y su capacidad total para la pedagogía universitaria, la UBA tardó casi veinte años en nombrarlo titular de una Cátedra.
Fuera de la UBA, fue profesor del Departamento de Puericultura del Instituto Argentino de Medicina y fue jefe del Departamento de Puericultura del Instituto de Maternidad de la Sociedad de Beneficencia. También fue profesor -entre 1924 y 1929- de la “Escuela de Niños Débiles N°1” de Parque Lezama colaborando con un sensible e inteligente replanteo de ese árido concepto (el del ultra positivista de la niñez “débil”) que venía de las escuelas europeas de finales del Siglo XIX.
Fue miembro de honor de las sociedades de pediatría de París, Madrid, Montevideo y Río de Janeiro, de la Facultad de Medicina de Santiago de Chile y dictó seminarios y conferencias en más de 20 países de todos los continentes.
Su recorrido como profesor abarcó más de 50 años de su vida, desde que se recibió y hasta el final de sus días.
Fue autor de publicaciones en revistas especializadas del país y del exterior, escribió en los Archivos Argentinos de Pediatría -órgano oficial de la Sociedad Argentina de Pediatría- y se desempeñó, también, como su director.
Publicó libros sobre las generalidades de la medicina infantil y sobre temas específicos como la tuberculosis en la primera infancia, el raquitismo o la acrodinia. También se interesó en aspectos psico-sociales de la pediatría, publicando un ensayo sobre pediatría, ciencia y arte, y otro sobre terapéuticas y profilaxis en pediatría, además de infinidades de artículos sobre temáticas psico-sociales y culturales de la pediatría para revistas médicas de Argentina y otros países.
Todas estas producciones son material de estudio oficial de distintas cátedras en universidades de todo el planeta.
En el ejercicio de la medicina pediátrica, Juan Pedro -con menos de 40 años- fue considerado uno de los más destacados innovadores de su especialidad en todo el continente y fue consultado y requerido por universidades y colegios médicos de distintas partes del mundo a raíz de su eficaz método de utilización de recursos auxiliares para evitar procedimientos y tratamientos violentos e invasivos en las infancias. Al Dr. Garrahan le desvelaba sobremanera el cuidado de las infancias y la implementación de tratamientos médicos no violentos. Si tenemos en cuenta que empezó a crear sus cuidadosos métodos en la década del 20 del siglo pasado y los perfeccionó en los 30, la primera conclusión es que lo suyo fue vanguardia pura, pues la declaración universal de los derechos plenos de las infancias y adolescencias llegarían recién cincuenta años más tarde, veinte después de su muerte.
Juan Pedro -con treinta y tantos- fue uno de los precursores del cambio de la “nipiología” a la “puericultura”, conceptos que a nosotres, el común de las personas, nos pueden sonar desconocidos por completo, o parte de tecnisismos insignificantes; pero el universo de trabajadores de la pediatría sabe que pasar de una mirada científica a la otra significó un cambio de paradigmas total para la mejor atención de las necesidades de salud de las infancias en sus primeros años de nacidos.
Ya de grande, y pasados sus sesentas, el Dr. Garrahan se dedicó casi exclusivamente a profundizar sus teorías más sociales en torno al abordaje de la pediatría, confirmando con una militancia intelectual -y práctica, ¡seguía atendiendo!- la importancia del sostenimiento y el fomento de la medicina pública siempre y en todos los casos, amén de la participación conjunta de los estados, las academias y la industria medicina privada para que la salud estuviera garantizada para todas las infancias.
El trabajo de Garrahan fue efectuado siempre desde la premisa inicial de que la medicina es un derecho social inalienable, exactamente el punto de vista contrario al que virtió hace una semana el actual Ministro de Salud de la Nación, que aseguró en un congreso empresarial (único lugar en el que dio declaraciones públicas este año) que son “un invento errado” los derechos sociales equitativos en salud para todo el mundo. Incluso sostuvo que era algo que “hay que depurar” y que, como concepto, es “perjudicial para las sociedades”. Quizás quiso hablar de números fríos y desalmados y de planillas de cálculo de finanzas para el equilibrio fiscal y no de y no de pisotear derechos internacionales de salud consagrados hace más de un siglo. No importa, en todo caso quedó muy claro el concepto que este gobierno maneja al respecto. El exacto opuesto al del Dr. Garrahan vale la pena repetirlo.
Por último -y como para ir cerrando este artículo- digamos que en 1987, cuando se inauguró el Hospital Garrahan, entre los fundamentos que se destacaron para ponerle el nombre de Juan Pedro al nosocomio, se señaló que todos los objetivos que perseguiría y trabajaría activamente el hospital eran premisas de trabajo y horizontes trazados por el Dr, Garrahan a lo largo de su trayectoria. A saber: la alta complejidad médica, el enfoque interdisciplinario de los tratamientos a infancias y la accesibilidad plena al servicio de salud.
Sobre estos tres puntos puede decirse que, en torno al primero de ellos: el Garrahan es uno de los pocos centros del país que -por ejemplo- realiza procedimientos como trasplantes hepáticos o renales en niños. Sobre el segundo, que el Garrahan trabaja con equipos de médicos, enfermeros, psicólogos, trabajadores sociales y docentes hospitalarios de manera interdiscipliaria para que las infancias sanen. Sobre el tercero, que el Garrahan (por ahora, y hasta la llegada de la era de la estúpida motosierra) garantiza atención gratuita y universal para pacientes de toda Argentina.
Todo esto: básico, esencial, humano, es lo que estamos a punto de perder si lo que prima es la insensata manía de “el topo que destruye el estado desde adentro”, mientras una sociedad apoya en silencio la acción nefasta de desguase total creyendo de manera infantil que está colaborando para que haya claridad y orden en los números de las finanzas públicas.
El panorama parece oscuro y hay días en los que entra de manera tan monolítica en su violencia que se manifiesta casi infranqueable, pero esta batalla cultural (como les gusta llamarle a ellos) no está perdida, ni mucho menos. Desde un lugar al que no nos cuesta mucho ir, si nos ordenamos y marchamos juntos, está el Dr. Garrahan y el ejemplo de su recorrido dentro de la salud pública algo que no se puede manchar ni detener por más que el mundo apeste a individualismos baratos. ¡Viva el Doctor Juan Pedro Garrahan, su humanidad, su impronta y su legado!
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