La balada de Pacífico y Palma
- layaparadiotv
- 22 jun
- 2 Min. de lectura

Por Mario Cippitelli
Se llamaban Pacífico Montechiari y Palma Bonci. Y dicen que vivieron casi un siglo y que nunca se fueron del lugar que los vio nacer y morir, ni siquiera en los momentos más dramáticos de su vida.
Los dos germinaron y brotaron en la tierra de Macerata, Italia. Él, en 1850; ella un año después. Y se conocieron de jovencitos, se enamoraron y se casaron en una capilla vieja de raíces medievales. Y ahí nomás arrendaron una parcela para trabajarla y darle sustento a la gran familia que formarían con una docena de hijos.
Vivieron con lo que tenían que nunca alcanzaba, pero siempre lo hicieron con la pulsión del amor y el progreso mientras la prole crecía y el mundo se transformaba para bien y para mal.
Y lloraron mucho cuando tres de sus pichones abandonaron el nido para irse allá lejos “a la América”, aquella tierra tan lejana y prometedora de futuros distintos, inimaginables para la cultura campesina.

Pero aún con esa tristeza, Pacífico y Palma volvieron a la rutina del trabajo y de la vida dura porque sabían muy bien que en aquellos tiempos no tenían otras opciones. Los dones de la vida y del amor eran mucho más fuertes que cualquier pena o miseria.
Cuentan sus descendientes que más allá de los sacrificios y las heridas que les fueron dejando el paso de los años vivieron bien, de manera serena, tan serena que un diario de Macerata escribió un breve artículo cuando habían cumplido 64 años de casados.
“Su salud es excelente y la esperanza de vivir aún más sigue viva, sostenida por el recuerdo de los muchos que los precedieron, unidos por lazos de sangre y afecto”, dice una parte del texto titulado “Serena longevidad”.
Palma y Pacífico fueron los padres de Blandina Montecchiari, una de las jovencitas que abandonó aquel nido para irse “a la América” y que poco tiempo después se convirtió en la madre de mi abuelo Mario.
Los viejitos se quedaron en el campo de siempre, entre animales, huertas, campiñas y montañas viendo como crecían y se multiplicaban sus retoños.
Tal como como pronosticaba el artículo del diario, vivieron mucho más. Dicen que estuvieron juntos casi 80 años, un instante maravillosamente largo dada la inmensidad del tiempo.

Comments