La hermosa quietud sin IA
- layaparadiotv
- 8 nov
- 2 Min. de lectura

Por Mario Cippitelli
Hace un par de días, una amiga de Facebook (Beatriz Roson) compartió una reflexión sobre las animaciones sobre fotos antiguas, especialmente las que se utilizan para las publicidades, que me pareció muy acertado.
“Niegan el paso del tiempo, niegan la muerte como si no existiera, reviven gestos y actitudes que probablemente esas personas no tendrían”, dijo Beatriz.
A mí también me pasa algo parecido. Cada vez que veo esas animaciones de fotos antiguas, algo en mí se resiste. Al principio me pareció maravilloso, pero a medida que las aplicaciones de IA se fueron popularizando cada vez más y todos comenzaron a usarlas, lo novedoso dejó de serlo y analizando algunas imágenes de mi propia historia me di cuenta que había gestos, risas y movimientos que no tenían nada que ver con los de las personas que pertenecieron a mi pasado.
Mi primer impulso fue tratar de revivir a mis seres queridos que ya no están, mis abuelos, mis padres, mi hermana… Me emocioné porque fue algo impactante. Estaban ahí, saludándome desde la postal, recreando un momento de felicidad, como tratando de convencerme de que habían revivido y me saludaban desde otra dimensión. Y en ese momento lloré un poco por ese milagro mentiroso que yo intentaba creerme, por una necesidad nostálgica, por esa sed de melancolía que cada tanto nos invade cuando se nos presenta una foto y nos invita a viajar a los tiempos remotos en los que fuimos felices.
Hoy siento que esas imágenes, tal como fueron tomadas, ya tienen una vida propia: una quietud, una textura, un silencio que hablan más que cualquier movimiento artificial.
Y me parece que hay algo sagrado en la inmovilidad de los recuerdos. En esas miradas fijas, en los gestos detenidos, en la luz que ya no existe. Intentar “revivirlos” con tecnología creo que es una forma de distorsionar su verdad, de robarles la dignidad de haber quedado en el tiempo.
La IA es una herramienta maravillosa que llegó para cambiar el mundo. La estoy usando de manera profesional con otro compañero para contar historias con otros formatos y recrear mundos y paisajes que ya no existen, pero no para revivir seres que ya no están o implantándoles una personalidad que nunca tuvieron. Es un desafío permanente para no cruzar esa línea.
Las fotos en blanco y negro tienen su propia magia, su propia esencia. No necesitan color ni parpadeo para conmover. A veces es mejor dejar que las imágenes sigan siendo lo que son: instantes de una historia que ya ocurrió, ventanas a un pasado que no busca moverse, sino ser recordado así como quedó, quieto y eterno en su silencio.








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