Marguerite Yourcenar, nuestra destacada
Marguerite Yourcenar, reseña bibliográfica.
Escritora, traductora, poeta y autora teatral francesa nació en Bruselas, Bélgica, el 8 de junio de 1903, y falleció en Mount Desert Island, Estados Unidos, el 17 de diciembre de 1987.
Nació en una familia de ascendencia aristocrática, de padre francés y madre belga Su verdadero nombre fue Marguerite Antoinette Jeanne Marie Ghislaine Cleenewerck de Crayencour. Yourcenar es, precisamente un anagrama de Crayencour; a los 16 años decidió renunciar a sus apellidos para comenzar a utilizar el nombre con el que universalmente se la conoce.
Publicó su primera novela a los veintiséis años, trasladándose luego a Estados Unidos para comenzar a dar clases de Literatura Comparada en Nueva York. Fue traductora de autores como Henry James, Yukio Mishima y Virgina Woolf. Perteneció a la Academia Belga desde 1970, y se convirtió en 1980 en la primera mujer en pertenecer a la Academia Francesa. Su literatura se caracteriza por su conocimiento de la antigüedad, de la historia, y de las lenguas clásicas como el griego y el latín. Su hogar en Maine, el Petite Plaisance de Mount Desert Island, es hoy día una casa-museo dedicada a su vida y obra.
Breve enumeración de sus libros.
Alexis o el tratado del inútil combate, 1929. Fuegos, 1934. El denario del sueño, 1934. Cuentos orientales, 1938. El tiro de gracia, 1939. Memorias de Adriano, 1951. Electra o la caída de las máscaras, 1954. Mishima o la visión del vacío, 1981. Como el agua que fluye, 1982. El tiempo gran escultor, 1983. Peregrina y extranjera, 1989. Una vuelta por mi cárcel, 1993.
Extractos de algunas de sus obras más importantes.
El Tiempo, Gran Escultor.
"Ya no me amas. Si consientes en escucharme durante una hora, es porque se suele ser indulgente con aquellos a quienes pensamos abandonar. Tú me atas y me desatas, no te censuro. El amor de un ser es un regalo tan inesperado y tan poco merecido que siempre debemos asombrarnos de que no nos lo arrebaten antes”… "Amar a alguien no es solo interesarse porque viva, sino también sorprenderse porque deje de vivir, como si no fuera natural morir. Y sin embargo, el existir, es un milagro más sorprendente que el no existir; pensándolo bien, es ante los que viven ante quienes debiéramos descubrirnos y arrodillarnos como frente a un altar”.
Fedón o el vértigo. Fuegos.
"El hombre que me había comprado me sostuvo la cabeza para que pudiese beber el único sorbo de agua que quedaba en la cantimplora. Primero creí que era amor, pero sus manos no se detenían en mi cuerpo más que para curar mis llagas. Luego, al verlo llorar mientras me frotaba con un bálsamo, creí que era por bondad. Pero me equivocaba, Cebes: mi salvador comerciaba con esclavos y lloraba porque mis cicatrices le impedirían venderme a un alto precio en los burdeles de Atenas; no quiso hacer el amor conmigo por miedo a encariñarse con un objeto frágil, del que hay que deshacerse lo más deprisa posible antes
que se marchite su lozanía. Pues las virtudes, Cebes, no todas tienen las mismas causas y no todas son hermosas."
Memorias de Adriano
"De todos los poetas antiguos, Antímaco fue empero el que más me atrajo; estimaba ese estilo oscuro y denso, las frases amplias y a la vez condensadas al máximo, grandes copas de bronce llenas de vino espeso. Prefería su relato del periplo de Jasón a los Argonautas de Apolonio. Antímaco había comprendido mejor el misterio de los horizontes y los viajes, la sombra que proyecta el hombre efímero sobre los paisaje eternos."
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