El niño milagroso de Detroit
Cuando el próximo mes de diciembre llegue a su día 28 -el de los Inocentes- es probable que Sugar Chile Robinson cumpla sus 83 años. Esperemos que así sea y no ser “yeta” con el tema, teniendo en cuenta que esta nota se está escribiendo antes de semejante acontecimiento.
Y usted se preguntará ¿quién es Sugar Chile Robinson? Le diré, en principio, que es un músico. Pero eso no alcanza para definirlo, porque fue en su tiempo inicial de paso por la vida, lo que se llama un “niño prodigio”. Y no un prodigio cualquiera: interpretaba el blues y el jazz como pocos en el piano cuando todavía no tenía edad para ir a la escuela primaria. Velo y escuchalo:
Sugar nació en 1938 en Detroit, Michigan, cuando Detroit era una potencia industrial. Autodidacta temprano, sin duda. A los tres años ganó un concurso de talentos, aporreando el piano con los dedos (deditos), los codos y los puños, todo en perfecta armonía. Mientras crecía en esa singular infancia, empezó a cantar con grititos al tono. Demás está decir que fue furor, que lo buscó el cine, que actuó en él, y que recién paró en 1952, porque, dijo, “quería ir a la escuela”. Siguió con su arte, más allá de las escuelas, toda la vida.
En 2016 tuvo una aparición con Barack Obama. Al año siguiente, perdió todas sus pertenencias en un incendio, y la pasó realmente mal, viviendo “con 100 dólares al mes”. Además, tuvo que dormir en colchonetas inflables, en el suelo. Una radio de Detroit se enteró de sus desgracias, y le mandó una cama de gran formato. Lo mejor fue que aportó una cuota mensual a modo de sustento.
No sé si llegará Sugar a sus 83, que se cumplen en diciembre de 2021. En todo caso, recordemos mientras tanto que el talento, siempre, es un milagro, aunque no conviene depositar exclusivamente en él todas las fichas para nuestro sustento.
