Luperca - *Por Rubén Boggi
Tus dientes afilados mordían otras carnes en noches de pastores y de cabras ansiosas por morir en tu boca.
Era otro cielo aquel del hemisferio norte, en ese territorio rodeado por el mar antiguo de los primeros mercaderes, cuando corrías, luperca, buscando el alimento, antes de Roma, justo antes, cuando aquí solo había arena y arcilla, roca pelada, y algún que otro caminante que pasaba buscando el agua con el afán del desierto pegado en los talones.
Por aquí hemos hecho la historia al revés. No hubo fundadores, sino apenas gente que pasaba, mascullando el odio de los que no tienen patria, pateando lagartijas y persiguiendo choiques, y se fueron quedando, casi al descuido, hasta que el agua hizo su milagro, mientras tú, luperca, loba ancestral del norte luminoso, le dabas leche a los perdidos de la guerra, amamantabas la leyenda del otro, del que se haría dueño y mataría al hermano.
Y el hombre y la mujer que cruzaron el mar se mezclaron ardientes en esta tierra brava, hicieron los canales, le pusieron las venas al cuerpo seco y duro que esperaba la vida,
Y mataron, igual que tus hijos con la forma del hombre, con la herencia del lobo, con tu furia sin culpa.
Y después esa sangre anduvo por los ductos del progreso, llegó a refinerías, se hizo combustible, y sillones, y bancos prestigiosos, y anduvo por el mundo y volvió para verte, en tu pedestal de diosa, luperca, con Rómulo y con Remo ya hartos de mentiras y de fábulas, ya muertos y renacidos mil veces y mil más, banqueros y dueños de holdings y edificios virtuales de espacios cibernéticos, y ahora estás aquí, globalizada.
Loba ancestral metida entre columnas y con rejas, plastificada para un paseo miserable de gente que no sabe del horror del camino de la sangre que une aquella Italia con esta Patagonia, Luperca, amamantando olvidos de bocas anhelantes y hambres superpuestos, en esta tierra donde nadie ha fundado nada, todo está por fundarse
Rubén Boggi
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