Orzak anticipó la tragedia de la cocaína adulterada. *R.Boggi
La ficción y la realidad entrelazan sus guiones permanentemente, y, cada tanto, se hace visible alguna asombrosa coincidencia, de esas que hacen pensar en un plagio milagroso, o en una copia perversa desde una dimensión a la otra. Así ocurrió entre la muy buena serie de ficción Orzak y lo ocurrido en Argentina la semana pasada, con el caso de la cocaína adulterada.
Orzak, disponible en Netflix, tuvo su primera temporada en 2017, y hubo cuatro. En la segunda (2018), el argumento plantea que un cargamento de heroína, producida por un antiguo terrateniente local de esa zona lacustre, es contaminado intencionalmente con fentanilo; y, como consecuencia, mueren 22 personas.
Salvando la diferencia entre cocaína y heroína (que es un opioide), es lo que ocurrió cuatro años después de esa ficción en el Conurbano bonaerense, aunque todavía no se sepa con exactitud si ha sido fentanilo o alguna otra sustancia la que se incorporó a la droga.
Orzak es una región montañosa ubicada en medio oeste de los Estados Unidos. La serie no fue grabada allí, sino en los lagos Allatoona y Lanier, en Georgia. Protagonizada por Jason Bateman y Laura Linney en los roles principales, sostiene una acción rigurosamente administrada alrededor de la historia de un experto en finanzas que accede a lavar dinero de un cártel mexicano de droga, y todos los hechos que desencadena ese lazo culposo, más habitual en el mundo real que lo que uno pudiera suponer, sin la información correspondiente.
No sorprende el nivel de producción, que habitualmente es bueno, sino el beneficio de un guion excelente, con personajes construidos especialmente para una historia de largo aliento, una historia que no tiene buenos ni malos, sino simplemente seres humanos que aciertan o se equivocan, que relativizan todo el tiempo el cuerpo de lo políticamente correcto, con el mensaje implícito de que esa es la mayor ficción de todas, es decir, la de creer que las normas hacen al ser, y no el ser a las normas.
Si alguien quiere hacer la experiencia de encontrar en Orzak puntos en común con la realidad argentina, no será decepcionado. Al fin y al cabo, en la persistencia atrozmente feliz de la globalización, todos nos parecemos un poco, todos podemos encontrar algo malo de lo propio, reflejado en el otro.
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