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Todos los pasos del flaco Pérez

El jueves de esta semana nos dejó Walter Pérez, un comunicador social y militante por los derechos humanos que marcó un camino fuertísimo en nuestra sociedad.


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Movimiento, las cosas tienen movimiento

La oportunidad de estar en libertad aquí

Y es que siempre estarás

Siempre estarás en mí”

(FITO PÁEZ)



El pesar es hondo. Es que siempre es hondo el pesar cuando parte alguien imprescindible. Siempre.


Imprescindible como categoría humana solo le cabe a quienes realmente dejan cosas importantes para sus comunidades. Walter las hizo, y muchas. Por eso el día posterior a su partida física todos los medios de la región lo describieron y lo evocaron, y las redes sociales de muchísimas -pero muchísimas- personas lo saludaron como quien saluda a un familiar que parte, a un amigo total.


Walter Pérez nació en la ciudad de Tandil a fines de los cincuenta del siglo pasado, pero esa referencia a un origen de otro territorio que no sea este Alto Valle desapareció con el correr mismo de su vida aquí, pues llegó a los 15 años, en 1972 y -a través de cinco décadas de trayectoria como comunicador- no paró de caminar dejando una marca profesional o militante, allí por donde fuera.


Como militante remontémonos al comienzo. Él estuvo presente y de modo cien por cien laburante en la creación de la filial local de la APDH, en mayo del mismísimo 1976. “El flaco” ya estaba allí, y perfilaba con fuerza desde que lado entendería la vida. Quizás por eso -por entender qué era lo necesario para que lo oscuro no se lleve puesta a la vida- Pérez no tuvo ni miedo ni reparo en participar activamente en el pedido de aparición con vida de su colega Enrique Esteban, secuestrado por los grupos de tareas de la dictadura en julio de 1978. Walter y un grupo de periodistas coetáneos pusieron no solo la fuerza intelectual, el cuerpo mismo para exigir la aparición de Esteban, quien fue liberado tras meses de encierro y tortura a fines de septiembre de ese año. Osvaldo “El Negro” Ortiz lo escribió muy bien en “Periodismo y Periodistas en el Comahue” (2022), un libro que co-escribieron a cinco plumas él, Walter Pérez, Eduardo Marchetti, Bernardo Guerra y Jorge Ariza. Allí “El Negro” decía: “Siempre caminábamos sobre el filo de la navaja y para eso había que dominar el ‘buen miedo’, ese que hace que tengas cuidado, pero no deja que llegues al pánico que paraliza”. Así hubo de ser.


En años posteriores a este oscuro suceso Walter continuó trabajando en medios de la región. Al llegar los ochenta ya había estado en las redacciones del Diario Río Negro, en las dos AM más grandes de la región (LU5 y LU19). Siempre militando en la APDH, por supuesto.


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Con el inminente regreso de la democracia y una vez llegada ella -tan querida, tan necesitada- y con el arribo de aquel furor que después la historia llamó con el entusiasmante nombre de “Primavera Democrática”, el flaco participó durante ese lustro de la creación y refundación de muchos de los medios comunitarios y alternativos de nuestra región. Cuando se re perfiló la línea de La Revista de Calf incluyendo contenidos sociales y comunales destacables, él estaba allí. Cuando hizo falta armar una radio que saltara el cerco de silencio de medios que estaban amordazados y condicionados frente a hechos históricos como el intento de golpe de estado de Semana Santa de 1987, el flaco estuvo allí: en el nacimiento de Radio Calf Universidad y de Radio Comunidad Enrique Angelelli. También participó de todos y cada uno de los proyectos de periódicos alternativos desde los ochenta hasta bien entrado el siglo veintiuno, como La Trastienda de la Información, Las Cuarenta, 8300 y tantos otros que requirieran su pluma constante o eventualmente.


En ese plan suyo por una vida de andar “creando o refundando”, Walter participó en los primeros ochentas de la recuperación del Sindicato de Prensa de Neuquén y Río Negro y también participó activamente para que FatPren estuviera fuerte y activa en el sur.


A cargo de la filial neuquina de la hoy desguazada y desaparecida Agencia Oficial TELAM, la pluma de Walter lo contó todo. No hubo momento en el que la fuerte presión del poder local del MPN ni las bajadas de línea oficialistas de los sucesivos gobiernos nacionales de turno pudieran silenciar lo que de manera explícita o de manera sutil -¡pero clarísima!- el flaco terminaba contando.


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Pero donde más cobró fuerza su mensaje como comunicador social fue a través de su voz, en la radio. Él -y cuando digo “él” no puedo dejar de pensar en cómo me retaba cuando destacaba su trabajo personal sin mencionar al equipo con el que laburaba- le puso la voz y el cuerpo a muchas de las más importantes e históricas informaciones vinculadas a nuestra realidad. De hecho la transmisión en vivo y en directo de la represión del gobierno de Sobisch en 2003 en Arroyito y el fusilamiento público del Profe Carlos Fuentealba están transmitidos en vivo con su voz. Solo por mencionar una circunstancia que pinta de cuerpo y alma su trabajo como hombre de radio.


Como escritor de crónicas periodísticas participó del antes mencionado libro coral junto a sus colegas y amigos, pero también nos dejó en 2013 “Desaparecido en Democracia”, un sesudo y sensible texto en el que nos cuenta la historia de “Lito” Gutiérrez, un joven que en diciembre de 1984 murió y desapareció a manos de la policía, en Neuquén. La crónica recopila también otros crímenes policiales como el de Pablo Ramírez, en 1993; el de Teresa Rodríguez en 1997 (durante la pueblada de Cutral Co) y -como no- el de Carlos Fuentealba en 2007. Él solía declarar a los medios en ruedas de prensa y entrevistas realizadas durante la semana de presentación de su propio libro: “(...) el denominador común es la represión estatal, instrumentado a través de la policía, con viejas prácticas que se mantienen a pesar de haber transcurrido 30 años de democracia”. Hasta allí llevó su compromiso.


En los últimos años, con constantes vaivenes de salud (“soy un renacido reincidente”, bromeaba sobre sí mismo) presidió la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) en Neuquén y desde ese lugar acompañó todas y cada una de las luchas sociales que le requerían. Por eso el día posterior a su partida el pueblo mapuche, los docentes, los judiciales, las organizaciones comunitarias, las ONG ambientalistas y el panorama de instituciones varias relacionadas con los DDHH lo despidieron con pesar y profundo sentimiento.


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En días líquidos, efímeros, “inteligenciartificialeros” y grietistas hay dos cosas importantes que quiero destacar sobre su figura.


La primera es desmentir que Walter fuera una persona “de otra época”, eso sería romantizar su figura para ponerlo en un bronce que no hace justicia a su compromiso. Podrán haber dicho esto mismo, con cariño y públicamente algunos coetáneos colegas (¡en este momento estoy pensando en un par!) pero el flaco no era “de otra época”. Es más: dos días antes de que le dé el infarto que lo mandó a esa larga terapia intensiva Walter estuvo en la “Caravana por el Agua” en Mari Menuco y no solo marchó, sino que realizó comunicación institucional de la APDH informando sobre los casos de fracking peligrosamente cercanos a las aguas que todas y todos bebemos y no se olvidó ni por un instante de mencionar los silencios cómplices de los estados y las empresas al respecto. ¿Más actual, más vigente? Imposible. Walter no es un pasado que se discontinuó. Walter era el presente activo, y ahora es hasta el futuro.


La segunda cuestión es destacar que en este mundo/grieta, las personas que laburamos en comunicación hemos visto durante todos estos años como personalidades polares que describen un arco que va desde Adolfo Pérez Esquivel hasta Jorge Sobisch -un personaje de la derecha vernácula al que Walter le contó las costillas cada vez que se las mandó- detenían las conferencias de prensa para saludarlo con un fuerte y respetuosísimo apretón de manos, sin importar si la sala o el pasillo estaba lleno de colegas. Walter devolvía el saludo, sonreía, daba la mano y movía la cabeza apenas, sutil y completamente serio, les daba a entender de qué lado de la famosa grieta se encontraba, donde se encontró siempre. Siempre, eh. Desde los setenta hasta ayer nomás, cuando partió.


Finalmente: su legado comunitario es enorme, su recuerdo en presente podrá entristecernos al ser evocado por estos días (¡y por muchos años, te vamos a extrañar Walterio!) pero la fuerza de su legado comunitario nos llena de emociones buenas y nos fortalece.


Parafraseando a otro gigante de la comunicación regional que partió: Horacio Bascuñan, podemos decir que si seguimos con atención los pasos de Walter Pérez en cualquiera de sus momentos como comunicador social o militante “se puede escuchar el poderoso rumor de la vida”. Búsquenlo, lo encontrarán.


Buen viaje de regreso al origen, al guerrero. Todo el Valle le agradece por tanto.



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Gracias! Ya ya te responderemos.

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