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Una enmienda para el norte

El siguiente artículo fue publicado originalmente en el portal informativo web Intempestiva


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Por Cecilia Rayen Guerrero Dewey


Hay 518 pibes y pibas de Chos Malal, Buta Ranquil, Andacollo y otras localidades aledañas que están estudiando en la Universidad Nacional del Comahue. Hay un montón de personas que nunca antes habían imaginado esa posibilidad en sus localidades. Hay mucha expectativa y unos cuantos miedos. Hay un camino largo de demandas y luchas. Hay mucho de pueblo asomando ante el olvido. Hay ganas, hay profes, hay familias, hay oportunidad. Hay, cuando la universidad pública está en su momento más crítico. Hay, frente a la deshumanización y el hambre. Hay, cuando todo escasea. Un verbo que pasa de lo imposible a la esperanza.


Hace un mes, luego de muchas gestiones y laburo, en el norte neuquino empezó a funcionar una sede la UNCo, a través de una extensión de carreras ya activas en el Centro Regional Universitario Zapala (CREUZA). En esta primera etapa, la oferta académica contempla la tecnicatura universitaria en Topografía y la Licenciatura en Tecnología Minera, que tiene los títulos intermedios de técnico universitario en Actividades Extractivas con orientación Petróleo, orientación Minería y orientación Laboratorio.


Consolidar los muchos intentos de extensiones y satélites, fue uno de los objetivos de la gestión universitaria que dirige Beatriz Gentile. Es decir, consolidar la génesis de la Universidad del Neuquén que Felipe Sapag creó en 1964, que buscaba que ningún neuquino tuviese que migrar, por el contrario, que pudiera fortalecer la raíz de su tierra. Pero desde este tiempo en que cuesta mirar el mañana, el desafío era grande, tanto más cuando el Gobierno nacional hizo de la universidad pública uno de sus muchos enemigos íntimos. Implicó una articulación vital con el Gobierno provincial, pero también con intendentes, presidentes de comisiones de fomento, loncos de las comunidades. Lo cierto es que hoy, tanto en la sede de Chos Malal, como en la de Andacollo y Buta Ranquil, las aulas están llenas y es, aunque parezca absurdo en la provincia con una de las mayores reservas de gas y petróleo del mundo, una patriada y un remanso en un largo camino de injusticias.


La historia del norte neuquino o el Alto Neuquén como lo nombra su memoria, es un sinfín de sinsabores. El asentamiento del Estado nacional implicó muerte y dolor en un territorio con raíz. Paradójicamente, cuando estuvo concretado, en 1904, el traslado de la capital a Neuquén pulverizó el sueño de la tierra pujante y con ello el proyecto vanguardista de mirar la cordillera. Chos Malal pasó de ser un valle fértil, a luchar contra el abandono de un Gobierno nacional que le daba la espalda a cambio de otros intereses económicos y luego a muchos de los gobiernos provinciales que no lograron saldar la deuda, ni correr del todo la mirada.


Dos días después de fundar Chos Malal, el coronel Olascoaga compró una prensa para hacer un diario y creó la primera escuela primaria, que desde el inicio tuvo 38 alumnos inscriptos. Luego se abrieron otras escuelas, pero el plan inicial de desarrollo duró un suspiro y rápidamente el norte neuquino empezó a sucumbir ante la indiferencia.


Chos Malal tuvo una vez un niño lector que venía del paraje La Y, que habiendo terminado los pocos grados que le ofrecía la escuela, se encontró el telegrama de una beca que invitaba a las infancias del territorio nacional a estudiar en Buenos Aires. El niño se presentó, ganó y allá, muy lejos de su familia y sus raíces, se convirtió en maestro y unos cuantos años después en médico dermatólogo. El doctor Gregorio Álvarez fue tan importante para Neuquén, que además de haber registrado su corazón, hizo de su propia historia el relato de una realidad a la que siempre combatió: las oportunidades estaban en otro lado.


Al norte neuquino, en cambio, le tocó resistir.


Sobre resistir


Recién luego de la provincialización y de los primeros gobiernos de Felipe Sapag, Neuquén logró eliminar las escuelas rancho y tener una mirada más profunda hacia la educación.


—Parto de la convicción de que la educación transforma nuestras vidas: la dignifica, nos habilita para hacer cosas, nos permite transformar nuestra realidad, vivir mejor, ayudar a otros, comprenderlos. Nos iguala y abre caminos para el ascenso social —dice Élida Vázquez, una docente jubilada de la Escuela 329 de Buta Ranquil, de la que también fue alumna.


Sus padres eran crianceros y nunca pudieron estudiar en la escuela, pero aprendieron a leer y a escribir en sus casas de adobe y pisos de tierra, en el paraje Haraco, su padre y en puesto El Cardal, su madre. Tiene 12 hermanos, dice que a pesar de las carencias económicas, todos pudieron viajar a otros lados a hacer el secundario, aunque implicó nostalgia, hambre y miedo en la soledad de estar lejos de la familia.


Norma Prada, en su época de estudiante
Norma Prada, en su época de estudiante

—Sin embargo, la educación nos cambió la vida. Gracias a ella, también nuestros hijos pudieron continuar estudios universitarios. Al mirar en retrospectiva la historia de la educación en Buta Ranquil, puedo dimensionar lo difícil que fue el acceso a la escuela para la niñez y juventud. Las grandes distancias, la pobreza extrema, la falta de calzado y de ropa para cubrirse, el hambre que hacía que muchos se desmayaran en clase, la necesidad de trabajar como peones en casas ajenas para poder comer, o la ausencia de útiles escolares, eran obstáculos permanentes. Recién en la década de 1970 comenzó a mejorar esta situación. Hoy no puedo evitar emocionarme al ver que nuestra localidad cuenta con una subsede de la Universidad Nacional del Comahue. Algo que parecía una utopía se volvió realidad. Mi deseo más profundo es que sepan valorar y aprovechar esta oportunidad.


Unos años más acá, cada vez que Norma Parada cruzaba el puente sobre el río Neuquén en el colectivo de La Unión del sur, lloraba.


—Yo no sé vivir en otro lado que no sea Chos Malal, dice.


Es tercera generación de nacidos y criados. Su padre es de la camada de niños que sólo tuvieron la posibilidad de estudiar hasta tercer grado, como Gregorio Álvarez, como mi abuela Muñe y tantos otros neuquinos. De los 11 hermanos, sólo las tres menores tuvieron acceso al estudio: una es abogada, otra profesora de enseñanza pre escolar y la otra, ella, es técnica en administración de empresas y marketing. Pero cuando era piba, quedarse implicaba “casarse con un milico” y los habían padecido horrores cuando en el 78 se quisieron llevar a su mamá. Entonces se fue a estudiar a La Pampa.


—Para las familias crianceras que nunca tuvieron acceso a nada, estudiar era importante. Papá quería progresar, dejar algo para nosotros. Mamá era ama de casa y me decían, “tu mamá no trabaja en nada”. Por eso con mis hermanas quisimos un título. Eran tiempos de hiperinflación, vivíamos en un garaje lleno de humedad, como podíamos. Comíamos en el comedor estudiantil.


Norma está entusiasmada con la apertura de la sede de la UNCo. Tiene sus motivos, es una mujer que entiende que la universidad te abre caminos, no sólo desde lo académico y profesional. Dice que le hubiese gustado tener esa oportunidad, porque orgullosa de sus raíces, nunca le gustó aparentar algo que no era, ni andar dejando el pago.


—Vamos a dejar de ser una aldea que desprecia a los jóvenes. Yo tengo mucha esperanza. Ojalá que la universidad les parta la cabeza a los pibes, que se puedan parar, que digan que pueden lograrlo.


Mucho más acá, hace un ratito, Romina Guajardo cuenta que las cosas eran más o menos igual. También es cría de Chos Malal, trabaja en el Instituto de Formación Docente. Cuando terminó la secundaria, la mayoría de sus compañeros tenían dificultades para pensar a futuro: irse a estudiar a otro lado implicaba un gasto inmenso para las familias, además de todo lo que conlleva el desarraigo.


—Los que no tenían recursos se metían en la policía, sin desmerecer la policía, sino que quizá no era lo que les gustaba. El deseo de estudiar se veía frustrado. En ese sentido me parece que la sede de la UNCo va a abrir muchas oportunidades a los jóvenes, más en los tiempos económicos que vivimos hoy en día, con los sueldos que no alcanzan. Ahora pueden estudiar en el IFD y en la Universidad Nacional del Comahue. Sólo una crítica constructiva les hago a las carreras que trajeron, que son muy orientadas a la actividad petrolera y a la actividad minera, que son dos actividades que en Neuquén traen la mayor cantidad de riqueza, pero también son actividades extractivistas con gran impacto ambiental. Entonces, pensaría en traer otro tipo de carreras, que sumen, como el profesorado de historia, psicología, abogacía, que son carreras que la gente pide mucho.


Sobre lo que falta


Hay un sector de la sociedad que no desconfía, pero es prudente. Saben que en algún momento ya hubo una experiencia de carreras a término; que falta un relevamiento más profundo que contemple las necesidades del sujeto que aprende desde el norte neuquino; pero sobre todo, que hay instituciones que luchan por inversión, como el Instituto de Formación Docente que quedó chico para la demanda que tiene y la Escuela de Música, que aún tiene edificio propio.


En 2004, los centros de estudiante del CPEM 80, el CPEM 4 y la EPET 13 se juntaron y armaron la Liga estudiantil del Norte Neuquino. Una de sus principales demandas fue la de conseguir mayor oferta académica para toda la región, para que los pibes no tuvieran que irse o quedarse sin formación. La principal bandera era la apertura de una sede universitaria de la UNCo que hoy celebran. Pero entonces, luego de mucho trabajo, lograron que se recupere el antiguo Hotel para convertirlo en el Centro Cultural del Norte Neuquino, donde hoy funciona la sede.


—No se trata de que se saque un cartel y se pone UNCo, con todo el respeto que nos merece la universidad, su figura académica y su identidad para la provincia, pero seguimos resignando espacios, porque no se prevé, no se termina de concretar la justicia hacia el norte. Ojala esta experiencia sirva para sostener la oferta educativa, estamos todos expectantes para saber qué tipo de entramado social construye —dice una docente.


Sobre los pibes


Del otro lado del teléfono, está Felipo Cipriani, un pibe que aprendió a rapear en la plaza de Chos Malal y ahora la rompe en Santa Rosa. La música lo llevo a tener interés por la lectura, a bucear las bibliotecas en busca de nuevas palabras para rimar y eso lo empujó a estudiar Filosofía y Letras en la Universidad Nacional de La Pampa. Cuando terminó la secundaria, tuvo la oportunidad de elegir, lo entusiasmaba la idea de conocer otra ciudad, de salir algún día de Chos Malal. Pero cuenta que muchos de sus compañeros o no tuvieron la oportunidad de irse o no querían estar lejos de sus familias.


—Para mí y para mi familia la educación universitaria representa un montón. La universidad pública es un derecho que todos deberíamos tener, porque es una oportunidad de formarte como persona, como profesional, para mejorar su vida. Que hoy haya carreras universitarias en Chosma a mí me parece increíble, una locura que va a impactar en los cultural, en lo económico, un gran crecimiento para las familias que no pueden viajar a estudiar a otros lados por cuestiones económicas. Hay generaciones enteras que no pudieron.


Priscila Depaoli es una de esas chicas que se negó a dejar su ciudad. A principios de este año, empezó a estudiar Recursos Humanos a distancia, pero no pudo con la virtualidad. Entonces llegó la noticia de la apertura de la sede, se inscribió y ahora hace 3 semanas que es alumna regular de la Universidad Nacional del Comahue, donde estudia licenciatura en minería.


—Cuando trajeron esta noticia de la Universidad, fue un alivio para mí, para mi familia y para un montón de familias. Acá teníamos que estudiar el profesorado o irnos, y era una pena, porque nosotros somos el futuro ¿y si nos íbamos todos…? Es muy triste no poder ver un futuro en el lugar donde una nació. Hoy podemos mirar más allá.


Aixa Aguilera también se ilusiona. ¿Y si ella se recibe y puede cambiar las cosas en su pueblo? Viene de una familia tan de Buta Ranquil que ni sabe cuántos de los suyos hay hacia atrás. Son de ahí, de esa tierra y punto. Trabaja en Turismo de la Municipalidad. Jamás se imaginó que iba a poder estudiar en su pueblo, ni que ella sería la primera Aguilera en accede a la Universidad pública y gratuita.


Ahí atrás de la historia está el horizonte, asoma entre el Curi Leuvú y la Cordillera del Viento, entre el Tromen y las aguas del Nahueve. Allá atrás, recostada sobre la belleza del norte neuquino se empieza a despertar la esperanza. No es sólo estudiar en casa, es la alegría de lo posible, ahí donde tanto cuesta confiar. La Universidad Nacional del Comahue, aún desde su propia trinchera, se permite el desafío de la justicia a una tierra que aún espera.

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