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Canción del locutor lejano..

La Argentina está llena de historias que por viejas, se renuevan con cada memorioso que anda dando vueltas. Es el caso de Silvia Majul, la periodista que hoy vive en Unquillo, Provincia de Córdoba y sigue laburando como los medios se lo permiten y ella puede mucho más. Conoce mucho de la historia de los referentes de la música popular de América y fundamentalmente de nuestro país.


Este texto que queremos compartir con ustedes, habla con claridad del amor por esta tierra, por los amorosos seres que la habitaron y hoy, como duendes, giran en nuestro universo. Es el inigualable "negro" Gutierrez quien mereció esta recordación de Silvia. Un grande, se lo extraña. Un maestro.

 

El sol empezaba a acariciar el piletón cuando sabías que eran la diez. Lavaba ropa a mano, en el sur de Santiago, mientras escuchó la presentación de “La Pucha con el hombre”: cual profesor de filosofía, sin juzgamientos musicales ni análisis literario.

Mi tío Antenor ponía su programa, solo al comienzo, para agarrar el acordeón y tocar de oído la presentación que hacía con “Tren expreso” de Barboza (Eran tiempos de radio a pila y cuidarlas para no recalentarlas todo el tiempo).


Tenía un programa de folklore, pero cuando aparecieron los CD, por él compré uno de Edmundo Rivero y otro de Julio Sosa. Solía festejar sus cumples con la Mona Jimenez (que también cumple un día como el de hoy) y siempre a la par de su señora que tenía una de las sonrisas más hermosas que vi en mi vida. Daniel Salzano lo admiraba y le llevaba a él sus primeros trabajos.


Era radical, muchos lo éramos en el centro del país, sin embargo una vez lo encontré con un libro sobre el movimiento peronista mientras salía de la radio y su hija leía “La Borra del café” de Benedetti. Nunca se cerró a lo aprendido, siempre estaba con una vela prendida para seguir alimentando su alma de nuevos conocimientos y querencias.


Negro Gutierrez. F: Ilustración
Negro Gutierrez. F: Ilustración

Era muy amigo de Don Ata, de Guarany, de Mercedes y no por ello frente al micrófono se autoreferenciaba ni hacía ninguna infidencia.

Él decía que pasaba música que le gustaba a él pero también la que le pedían sus oyentes (aunque debo reconocer que a los oyentes los educaba porque jamás pasó algo que a él no le gustaba).

Probó suerte en Bs As como tantos, pero no camino a devorarla, sino llamado por un amigo, y puso a radio Nacional primera en audiencia con un programa de folklore e información general a la mañana. Llegaba una semana antes al festival de Cosquin, él decía que los organizadores te suben a un escenario, pero también el pueblo.


Ya en Bs As, era una rata de librería y el tiempo que dedicaba a preparar un programa era sagrado, como sagrado era escuchar las críticas de los CD a través de su sapiencia y sensibilidad. Me decía que el artista además de cantar o tocar bien un instrumento debía saber hablar bien, defender con palabras lo que hacía en un espectáculo o en un disco.


A veces me llamaba y nos encontrábamos en La Paz, reconocido bar de capital y mientras pasaba por ahí David Viñas – que lo saludaba- me hablaba de una forma horizontal que me pudorizaba.

Me decía “Porqué nosotros que llegamos a este Buenos Aires, tan ángel y demonio..” (nunca hablaba mal de ninguna provincia).

Una vez en Misiones habló con una de sus hijas desde la tierra colorada y le hizo una descripción del sol de la selva que jamás volví a escuchar o leer en un libro. Volviendo al dialogo horizontal, te hablaba como si una tuviese el mismo camino recorrido, como si una fuese una par y eso hablaba de su humildad y de lo consciente que era del paso fugaz x esta vida.


Hoy que pasaron muchos años desde ese primero de agosto que la tierra lo llamó a locutar y enseñar en otros cielos, pero cada 11 de enero lo recuerdo más anchamente, como una sabana sobre estas sierras que él amaba tanto; pienso en sus lágrimas de aquellas noches últimas de Cosquin y pienso que si, que como buen caballero, se estaba despidiendo. Se estaba despidiendo del escenario que tanto amaba como el micrófono de la radio. Él era un señor, y yo una niña tonta que con el paso de los años lo veo más y más alto, como ese caballero que tuvo la idea mágica de sacar el paraguas mientras Suma Paz cantaba en el escenario Atahualpa, para que no se desconcentre con la lluvia fina sobre su rostro aindiado hasta que termine la canción.


Le presenté algunos artistas como Edith Rossetti que en su homenaje puso el bello Centro Cultural “El Gutierrez”, y también fue su amiga, pero él me presentó la vida en mis comienzos de este oficio. Puso una radio en la maternidad que nació mi hijo y me acompañó abrazándome en una adolescencia tormentosa.

El Negro Gutierrez fue músico, poeta, cantor, guitarrero, intelectual, periodista, locutor, pero sobre todo fue un maestro del arte de comunicar y un amigo de los silencios, de eso que me brindaba entre café y café en el bar La Paz.

Mientras escribo esto en el fondo se te escucha cantar "Canción del amor lejano" de Buesa y parece que en las sierras va a llover o llorar, pero no; hay calorcito capricorniano, testarudo, mágico y valiente como él-

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