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Despedida a Harry Belafonte.

En las redes hay de todo o casi todo. Siempre la sorpresa de alguien que llega o alguien que se va de este planeta. Barraza, nuestro colaborador, escribió estas líneas para decirle chau a Harry Belafonte y creo que vale la pena abrazarse a ese lindo recuerdo.

 

Me cuenta la iamgen Nancy Piñeiro, que está en territorios del Río Hudson, que hace un par de dias partió el hermano Harry Belafonte, ese hermoso y valiente hijo del Harlem y de Jamaica.


Harry Belafonte - Foto Reproducción web.
Harry Belafonte - Foto Reproducción web.

Proceso un rato la novedad y me quedo pensando en la manera en la que llegó a mí su música, cuando yo aun era poco más que un niño. Lo escuchaba mi mamá, que había comprado un cassette compilado, de esos de series de músicas “pasadas de moda” que vendían en las estaciones de servicio para que compraran los camioneros que -siempre se suponía- tenían gustos muy variados, populares, pero discontinuados. Mi vieja era una gran consumidora de esas gemas.


Un día se apareció con el de Belafonte. No era de compartirte lo que ella elegía para sí, sobre todo porque ya empezaba a ver que con mi hermano nos volcábamos cada día más a nuestros propios gustos musicales, pero quedaba abierta a que vos le revises la caseteca, te dejaba escuchar y te contaba por qué elegía cada cosa.


Me acuerdo que de Belafonte rescataba su espiritualidad. Al principio le entendí, porque con mi espíritu de niño/adolescente lo escuchaba cantar “Jamaica Farewell” o “Matilda” o el mismo “Day'o” y ese vozarron, con esos arreglos corales vecinos al gospel, me transmitían la espiritualidad que mi mami detectaba en él.

A medida que fueron pasando los años, comencé a conocer todos los pasos que dio en pos de la efectivización y la consolidación de los derechos de la gente negra en EEUU, como tejió lazos con las luchas sociales de muchos países de África, y como llegó inclusive a pararse de punta contra las dictaduras latinoamericanas a pesar de ser una figura que bien podía haber hecho la plancha desde una mansión en el Upper West Side de Manhattan. Entonces dejé de relacionarlo con lo espiritual, porque lo coloqué de manera racional en un contexto de militancia. No es que dejé de escucharlo, sino que lo valoré más por ese costado de su vida. Errores intelectuales de muchacho en crecimiento, porque una cosa no inhabilita la otra!


En 2003, aun con la demonización del mundo islámico en alza y la estigmatización total de esos territorios y esa gente como si todes fueran terroristas tras las torres gemelas, el tipo dijo públicamente que “el más grande terrorista” era George Bush. Hablaba de la invasión norteamericana a Irak, y no dudaba en señalar correctamente a su principal impulsor. Ahí mi corazón volvió a conectar con Belafonte de manera estrecha, y ya me agarró con treinta y tantos años.


Desde esos días en los que me reconecté por simpatía ideológica con el viejo y querido hermano Harry a raíz de tan valiente declaración (¡nadie del mainstream se atrevió por esos días a ser así de directo!) que he vuelto a escucharlo muy a menudo, pero en una nueva dimensión que ahora mezcla el sabio consejo de mi ñuke, que me advertía del poder espiritual del canto de Belafonte, con ese hombre valiente que nunca se desentendió de las asimetrías sociales de su tiempo y de lo que ellas producían y producen en los territorios.


Por eso hoy, que ha partido de viaje hacia el origen, levanto mi puño y lo celebro en su canto.

Aguante Harry Belafonte

Aguante todo

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A Hilda la escuchás AQUI

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