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Fronteras y puntillas


Por Hilda López


Las fronteras fueron creadas por el hombre desde que la tierra empezó a ser poblada. En nombre de la cultura, se establecieron las distintas formas y maneras de vida: lengua, comidas, vestimenta, religiones con sus raíces, es decir, la vida "organizada".


Esas fronteras pusieron en conflicto a los habitantes de cada lugar con relación al otro, a los otros, y pasan los años, los siglos y así estamos: siempre desatan guerras, desolación, hambre, odios por aquí y allá.


De fronteras se trata este recuerdo.


Hace 60 años viví en Urundel ( tierra de los Patrón Costa) y luego en San Ramón de la Nueva Orán en la Provincia de Salta, con motivo de que mi esposo trabajaba en YPF y hasta ahí nos llevó en familia.


En estos días, una parte del periodismo en Argentina, puso su mirada en la frontera del norte del país, precisamente en Aguas Blancas en Salta, un pueblo pequeño que orilla el río Bermejo que nos conecta con Bolivia.


Bolivia era para nosotros una parte nuestra. Convivíamos en Orán a partir de las ferias callejeras que se instalaban semanalmente con las verduras frescas de la cosecha de sus familias. Ver a las mujeres con sus ropas de colores y su hijo sobre la espalda, adentro de la manta inocentemente dormidos, tranquilos, al paso lento de la colla por las calles del pueblo pertenecía al diario andar de la vida. En el mismo lugar: Argentinos y Bolivianos.


Recuerdo haber ido a esa frontera y cruzar el río Bermejo para comprar puntillas maravillosas y únicas tejidas por mujeres bolivianas. Atravesábamos el río con unas barcazas pequeñas, movidas a remo por humildes laburantes de ambas tierras. Recuerdo, también, que entonces había carteles en algunos comercios bolivianos donde rezaba la siguiente frase: "no se acepta plata argentina". El lugar estaba ocupado por sencillos puestos con mercaderías variadas: desde especias deliciosas, comida, ropa, cacharros, verduras, material de construcción y obviamente: puntillas.


Nos encontrábamos en el mismísimo lugar que ofrecía la naturaleza. Unos y otros cargando la mercadería silenciosamente, con solo el susurro de las aguas al compás de los remos. Ida y vuelta, el saludo pequeño, respetuoso, la mirada al suelo como pidiendo permiso, el calor triturando la tierra, tiñendo los cuerpos resistiendo la carga un dia más. Regresábamos a nuestra casa con la carga preciosa de esos tejidos que luego fueron regalados, utilizados y tantas cosas más que olvidé en destalle.


Aguas Blancas hoy es noticia. Hay alambrados que marcan territorio y sin embargo, el movimiento sigue siendo motivado por las razones de hace más de sesenta años: todo es más barato, más económico en Bolivia. Se adquiere todo al 50% del valor en Argentina. Las autoridades, detrás de las señales en rojo que muestra el rostro de los narcos y los medios que acompañan, derraman pesares sobre este mercado. Es ese mercado, que a través del río, da de comer a tanta gente con trabajo y que alivia los bolsillos de los argentos que buscan estirar el peso castigado, un poco más.


Aguas Blancas en Salta es una marca de los kilómetros de fronteras existente en la Argentina: con Brasil, Paraguay, Uruguay, Chile, donde se desnudan los graves y dolorosos problemas de los habitantes de ambas orillas: la búsqueda de la oportunidad de trabajo, de sostén diario y que también es carne propicia para el delito en muchas de sus formas, lamentablemente.


Las fronteras, pasos hacia la integración, la oportunidad de continental las relaciones, la economía, las culturas, puentes ineludibles de la comunicación y de tantas materias pendientes para mejorar la vida de los pueblos.


Hoy, abrí una cajita pequeña, algunas puntillas me llevaron a Salta, Bermejo, Aguas Blancas, Urundel, Orán… y pensé en la colla y su niño a la espalda, y la verdad, una emoción profunda pone punto final a este relato.

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