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la templada prudencia de Atenea


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Por Adalberto Baxter Lampeduzzo


Muy oportunamente, olímpicos correveidiles advirtiéronle a Zeus que su compañera de lecho, la bella Metis, pariría una criatura que, con el correr de los tiempos, lo destronaría. La angustiante novedad le abrió el apetito al Señor de los Cielos quien, de un bocado, se manducó a Metis creyendo que de tal modo disipaba toda amenaza. Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha de parto de su señora esposa, Zeus sentía que la cabeza se le partía de dolor. Tanto fue así que le pidió a Hefesto, divinidad del fuego y la herrería, que le abriese el melón de un hachazo. Y así, de la cabeza rota de su padre, nació Atenea... (Atención padres que se quejan por los dolores de cabeza que le traen sus hijas: todo podría ser muchísimo peor).


La pequeña Atenea creció en Libia, al cuidado de tres ninfas. Eran otros tiempos, no había tele, ni video juegos, ni celulares, ni siquiera estereotipos: las chicas jugaban a la guerra, como si tal cosa, y así, medio jugando, Atenea ensartó con su lanza a su mejor amiga, llamada Palas. Y palas tuvieron que usar para enterrar a la jovencita… Desde entonces, y para recordar lo que pueden las armas, la diosa Atenea antepuso el nombre de la difuntita al suyo propio y por eso también se la conoce como Palas Atenea.


Tomen nota Pampita, China Suarez y demás aspirantes criollas a la divinidad: a Atenea le debemos el aceite de oliva, la flauta, la trompeta, la olla de barro, el arado, el rastrillo, el yugo para bueyes, las riendas del caballo, el carro y el barco. Por el mismo precio fue Atenea la primera en enseñar la ciencia de los números y pionera en cuestiones de cocina, hilado, bordado y tejido. Los romanos la llamaron Minerva, y era la personificación de la sabiduría y la templanza. Por si todo esto fuera poco, y a pesar de que iba siempre desarmada, era Atenea la diosa guerrera por excelencia.


Sin embargo, no le agradaba la sangre a Atenea y siempre prefería arreglar las disputas mediante la ley y los acuerdos pacíficos. Ahora bien, un vez que intervenía en una batalla, nunca era derrotada. Ni siquiera por el propio Ares, el dios de la guerra, a quien derrotó más de una vez, pues dominaba mejor que él la táctica y la estrategia. Bella, inteligente y con carácter, dioses, titanes y gigantes se disputaron el amor de Atenea, pero ella a ninguno se entregó: emblema de la virginidad, en materia de amores, la diosa tampoco quiso guerra.


Por su parte, Ares (bautizado Marte por los romanos) era también hijo de Zeus y, al igual que su media hermana Atenea, dios de la guerra. Pero, a diferencia de ella, Ares gozaba con la muerte. Típico malo de la película, fue Ares la personificación de la crueldad y la fuerza bruta. Eso sí, llegado el caso, si se veía en desventaja, huía como el más cobarde. Cómo olvidar cuando en la guerra de Troya, al ser herido por Atenea, abandonó Ares el campo de batalla gritando como una loca.


Ares se llevaba muy bien con una de sus hermanas, Eris, diosa de la discordia. Entre los dos armaban, y siguen armando, terribles zafarranchos de los cuales siempre cayeron parados pues su negocio era y es la muerte. En materia de amores, Ares resultó más peligroso que cepillarle los dientes al león. Para él cualquier agujero era poncho y, por las buenas o las malas, se acostó con cuantas quiso. Entre ellas su cuñada Afrodita, legítima esposa de Hefesto, el dios cojo, con perdón de la expresión.


En los tiempos clásicos, los buenos militares y mejores gobernantes se encomendaban a Atenea. Fue ella protectora de numerosas ciudades Estado: Argos, Mégara, Esparta y, por supuesto, Atenas (quien le debe su nombre a la diosa). Fue también Atenea aliada y salvadora de algunos famosos personajes como Ulises, Aquiles y Heracles (Hércules para los latinos), entre otros pues, si la crueldad caracterizó a Ares, la misericordia fue el distintivo de Atenea. Cada vez que el veredicto de un juicio estaba empatado, ella intervenía en favor de la absolución del acusado.


Como ya dijimos, Atenea no tuvo descendencia, mientras que la estirpe de Ares ha sido innumerable. Sin ir más lejos, por estos días el presidente Milei planea entregarnos de pies y manos a los EEUU. A cambio de sus dólares ya ha autorizado el ingreso de sus tropas en Tierra del Fuego. Como bien saben Cuba, Japón, Alemania, Corea, Australia, Filipinas o Kuwait, es fácil saber cuándo llegan los marines, lo difícil es que alguna vez se vayan. Así las cosas, en los años por venir quizás debamos invocar insistentemente la templada prudencia de Atenea. Y, llegado la hora, también su coraje.

1 comentario


kichaten
kichaten
19 oct

😍

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