Las barcazas del mundo
- layaparadiotv
- 22 abr
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Por Rafael Urretabizkaya

Por Rafael Urretabizkaya
La Basílica de San Pedro fue construida a lo largo de unos 120 años, desde 1506. Es el último pago donde vivió Francisco.
Las personas cuando llegamos a un lugar para quedarnos un tiempo, me parece, suele ocurrir que de repente le damos nuestra impronta, algo que diga que somos nosotros los que estamos ahí.
Siguiendo esta idea, sabemos que dentro de la basílica se encuentra "La Piedad," obra que Miguel Ángel hizo por encargo del cardenal francés Jean de Villiers, para su propia tumba.
Francisco, cuando pensó en esto de ser de ahí y aportar algo que lo represente, lo hizo en modo Jorge Mario pateando las veredas del barrio. Se le ocurrió encargarle “una barcaza” a su amigo Timothy Schmalz (escultor canadiense que ya había hecho un Cristo sin techo, sin pan y sin trabajo; un Cristo homeless).
La barcaza de la foto de aquí arriba. Una escultura que navega por el patio de la basílica, por afuera y con 140 migrantes arriba. Representan a viajeros de toda época, sexos, razas, edades. Desde el medio de ellos asoma un ala de pájaro, y entre los 140 pasajeros descubrí una niña que tiene una carterita con el Topo Gigio.

Qué cosa las cosas que se dicen durante este ratito que andamos compartiendo la vida. Algunas hablando con palabras, otras no.
Pablo Ramírez Arnol y Andrea me enseñaron esto que les cuento cuando paseamos por ahí.
Ayer estaba leyendo un libro precioso de María Teresa Andruetto llamado "Una lectora de provincia". Cuenta en un párrafo cuando la mandaron por primera vez en su vida a hacer los mandados sola, con 4 años y un papelito.
Dice Tere: "era la primera vez que iba sola a alguna parte, iba mirándome los pies con la vaga idea de que no debía dejar de mirarlos para evitar perderme, pero mirándolos me distraje. Cuando levanté la cabeza..."

Me encanta esta anécdota, tanto que creo que también me pasó. Leerla me hizo recordar la sensación de que para estar en el mundo y con la gente, lo primero tal vez sea eso, levantar la mirada.
Me acordé de la barcaza que mandó a construir Francisco para poner en la puerta de su casa temporaria.
Las barcazas del mundo, cruzando el mundo donde aunque ya sobra alimento para todos, el capitalismo fuerza su juego cínico hasta que de vez en cuando sucede otra vez, el asunto del hilo y lo delgado.
La anécdota de Tere tiene un final maravilloso. La reconoce el cartero que la conocía y la lleva hasta la casa en el canasto de la bici. Una barcaza invencible, entre su casa y el almacén.
Y sí, es creer o reventar.
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