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Pavlovsky inolvidable

Tato Pavlovsky se fue hace ocho años de esta tierra. De haberlo tenido hoy entre nosotros y el teatro , brindaríamos por lograr que en los años por venir, el talento se haga presente y nos recoja en su santa gloria.

 

Hola Tato. Volvé a contarme una vez más la de Nicolino. Aquella en la que el bailarín, el Intocable bajaba la guardia porque tenía incorporada en su cuerpo las distancias y proxemias. Y que por eso mantenía le distancia exacta para “estar presente” sin que lo toquen. Y que el coordinador de grupos de Psicodrama tiene mucho que aprender de esa vivencia. Yo te miraba encantado y fascinado. Como siempre lo hice. Con esa distancia, admiración y cercanía misteriosa pero cierta.


O la del Negro Clay (Alí), cuando te mandaron como cronista de boxeo a cubrir la pelea con Bonavena en Nueva York. Tu gran sueño. Para vos, que habías boxeado. La pelea del siglo. Recuerdo que me contaste que llegaste al Madison como 10 horas ante. Que estabas estremecido ante esa mole inmensa y desierta. Y el impacto tremendo que sentiste al ingresar. No había un alma. Mientras garabateo estas líneas siento aquel mismo temblor que me trasmitiste al contármela aquel día. Y en el centro del ring el Negro Clay, ya vestido de boxeador que caminaba de un lado al otro.


Tato Pavlovsky : actor, humorista, escritor, psiquiatra. 1933-2015
Tato Pavlovsky : actor, humorista, escritor, psiquiatra. 1933-2015

Y no entendías de qué se trataba. Qué estaría haciendo Clay, 10 horas antes de la pelea, caminando por el ring. Y te dijiste que esa era la gran oportunidad de preguntarle. El reportaje esperado toda la vida. Y te acercaste. En un precario inglés le preguntaste qué estaba haciendo. Recuerdo tu mirada encendida cuando nos contabas cómo te miró el Negro. Y te respondió: “estoy caminando”. Ni una palabra más, y siguió su marcha. Y volvimos a hablar del coordinador de grupos y sus “estares”.


Seguime contando. Enseñame una vez más las mágicas, artísticas devoluciones dramáticas en los grupos, como la que me hiciste aquel día con una “foto familiar”; y me marcaste para siempre. Pero no me dejaste la marca solo por el contenido. Me dejaste un aprendizaje enorme. Intensivo, pre verbal, pre extensivo. Una verdadera percepción-intuición-expresión estético-clínica. Todo eso que no se puede “explicar”, y que nos vuelven locos preguntandonos “cómo se hace”. Y me la llevé puesta para toda la vida.


En cada escena, en cada pliegue, en cada batalla micropolítica, en cada intervención psicodramática. En cada aterrizaje de tantos en mi amado México, donde llegué portando orgulloso tu psicodrama, tu esquizodrama, y el de Hernán; y el mío. Aquella vez fue un desvío. Una tempestad, un acontecimiento. Ya no fui nunca el mismo. Como David Lynch, que contaba que un día sintió y “vió” que sus pinturas tenían movimiento; y empezó a hacer cine. Y después de todo, qué nos importa si es cierto o no. Lo que importa es que es verdadero. Quién habla?, qué importa quién habla, solías decirnos parafraseando a tu amado Beckett.


Vení. Volvamos a charlar de grupos, como aquella vez que te invité al curso que dábamos en el Ameghino y me preguntaste de qué podías hablarle a los lacanianos. Y me contabas risueños en el café previo, las historias de trompadas en Brasil con los lacanianos; que no se pronunciaban contra la dictadura. Yo te dije que hablaras de lo que quieras. Y nos contaste de no recuerdo cuál personaje nuevo que tramabas. Y los pibes lacanianaos, encantados.


Dónde vas? Quedate. compartamos otra vez el anticipo del último experimento escénico cuando te me acercaste el año pasado en el Centro Ulloa (que ya no estaba para interpretarnos, jeje!); con la complicidad posible de armar escena y escenario, allí donde reinan los sentidos de la lógica.

O la de Tío Aulino en la Bombonera. Con sus sandwiches de milanesa en la tribuna bostera, viendo la tercera desde las once de la mañana y Boca como su única gran pasión y su-tu extraordinaria devoción por el bendito contagio de los cuerpos.

Hoy vamos con mi pibe a la Bombonera, sabés? Si, ya se que no te gusta que salgamos campeones. Tranqui. Uds. esta noche le ganan a River y vos estarás ahí junto a tu viejo. Y el enorme Erico, una vez más, te mirará a vos, y te guiñará el ojo. ¿te acordás cuando me decías en Soler que no venías a jugar al fútbol aunque te morías de ganas, para cuidar el cuerpo para el escenario?


Tato querido. Explorador e inventor de artes múltiples, mago constante de la escena. Tato querido, maestro, fóbico entrañable, inventor de juegos, voz y alma disonantes de cualquier hegemonía capturante. Provocador imprescindible.

Sentémonos en grupo como te gusta, con la gamba derecha cruzada rara sobre la otra. Y soñemos, juguemos. Hagamos por fin, un buen quilombo en el cielo y el infiermo.

Mi abrazo con todo mi corazón batiente.

Daniel Tarnovsky (4-10-15)


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