¿Por qué haría una revista?
¿Por qué haría yo, por qué haría alguien, una revista? ¿Cuál es la motivación para hacer una publicación, un “medio de comunicación”, en estos tiempos de redes sociales? ¿Por qué alguien siente, alguna vez, la necesidad imperiosa de comunicar o difundir algo a más de uno, a cien, a mil, a un millón?
Desde los principios de la evolución, el ser humano fue un ser social. Esto quiere decir que no anduvo por el planeta solo y aburrido, sino en grupo. Primero fue la tribu, el clan, la familia, la sociedad. La comunicación, convengamos, siempre fue importante. Y anduvo el largo camino haciendo dupla con otra necesidad: la de compartir ideas.
"Las ideas son esos artefactos intangibles, que sirven tanto para hacer una revolución como para conjurarla".
Hacer una revista, un medio de comunicación, un diario, un portal, un panfleto, conlleva estas dos circunstancias milenarias, estas dos necesidades: comunicarse con los otros; y difundir ideas propias, con el fin de convencer o imponer algún criterio.
Así pasó buena parte de la historia, hasta llegar a este presente novedoso: hay “redes”. Es decir, lugares en los que potencialmente todos podemos comunicarnos con todos, y todos recibimos y damos ideas. Es una especie de Babel, más parecida al gallinero de la Torre que a la Torre misma.
Las redes siembran más confusión que certeza. Todos participan, sin rendir exámenes ni recibir diplomas. Todo es aparentemente gratis (aunque no lo sea), y se consumen toneladas de comunicaciones e ideas. El 90 por ciento es basura, no sirve para nada. En este caso, ni para reciclar.
¿Por qué haría yo, por qué haría alguien, una revista?
La respuesta es bastante simple: por la empecinada pasión de creer en el ser humano.
En ese que es capaz, al mismo tiempo, de hacer un posteo grotesco en Facebook, y de escribir La Divina Comedia.
Rubén Boggi
