¿Somos todos bobos o canallas?
- layaparadiotv
- hace 12 horas
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Con una paleta de colores bien acotada “Homo Argentum” llega a los cines intentando contarnos una Argentina sólo habitada por personajes bobos, infelices o cretinos.

Por Fernando Barraza
Comencemos con una reflexión: si este año la gran película del cine argentino es ésta, es una verdadera pena.
Todo indica que así será: el nivel de productividad del cine nacional está por el piso y por ahora no hay visas de que otra producción como ésta asome por el horizonte de estreno masivo en salas de cine. Tras cartón, el jueves, en su primer día de estreno, seis de cada diez argentinas y argentinos que fueron al cine, eligieron esta película maniquea y bastante lela.
Hablar de “Homo Argentum”, el último film de Mariano Cohn y Gastón Duprat es hablar de la película y también de su contexto. Es que todas las películas son “la película y su contexto”, pero más lo es ésta, que lleva el pretencioso título de “hombre argentino”, pero en latín, proponiendo ya desde el título un catálogo para tipificar el estándar de como “somos los argentinos”. De hecho en su wikipedia (suponemos que encargado por la productora del film) está catalogada como una “Comedia Antológica”. Guau, cuánta grandilocuencia...
Así que sí se puede hablar de la película en su contexto, y si Cohn, Duprat y Francella salen por los medios diciendo que no les gusta que se confunda la película con el contexto del país, que se embromen. Le hubiesen puesto “Mierda” a la película, entonces quedaría claro que los autores no andan buscando el estereotipo del argentino medio y solo creen en lo que creen: que el ser humano no tiene salvación como ser social y solidario. Y que posiblemente nunca sea algo mejor que una pandilla de seres sueltos sumamente egoístas y cínicos. Pero no, eligieron el pretencioso nombre de “Homo Argentum” y con él cargaron antes del estreno, cargan y van a cargar con el análisis impiadoso de crítica y gran parte del público que no dudará en criticarles esta visión sesgada de las personas argentinas que nos están entregando, porque ellos mismos fueron los se dispararon a los pies y apostaron a esto, poniendo ese nombre al film y buscando el actor/estereotipo más popular del país para que represente a 16 personajes completamente maniqueos y porteñocentristas disfrazados del “hombre argentino”. Repitamos entonces la consigna: si los critican a mansalva, que se jodan.
“Homo Argentum”, la película -ya hablemos de ella y no tanto del contexto- es un film feo. Esto es tremendo, porque sus hacedores son dos de los creadores más preciosistas del cine nacional y la gran mayoría de sus films son de factura técnica impecable.
¿Qué, ésta vez no es así?... Sí, sí, esperen, es así: están los encuadres pictóricos, la dirección de arte de galería, la iluminación y el color perfectos para cada secuencia, el montaje preciso, de atlas. Todo lo técnico está, porque jamás se decrece en este sentido, menos si tenés tu propia productora y ya filmaste 13 películas para cine y produjiste 13 series televisivas a nivel nacional e internacional.
Pero lo que no hay aquí, acompañando a la pericia técnica habitual de la dupla, es... cuerpo.
En ninguno de los 16 cortometrajes que hacen al film completo se produce el bello solaz de decir “¡esto es cine!”. En “Homo Argentum” hay buenos fierros técnicos, pero no hay nada de lo que convirtió en belleza cinematográfica a películas anteriores del dúo como “El Hombre de al lado”, o “Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo”. Ni siquiera hay regocijo estético como en las más recientes “Competencia Oficial” o en la serie “Nada”. Aquí hay pura cáscara vacía. En “Homo Argentum” el poder del cine pasa casi por alto la imagen y se lo lleva puesto el carril de los guiones de cada uno de los cortos, y la cara en primer plano de Francella.
Los primeros -los guiones- son un desastre en líneas generales.
Lo segundo, bueno... ¡es la cara de Francella, y punto!.
“Homo Argentum” es un film que incomoda por lo básico. Todos sus cortos proponen que los argentinos o somos malas personas y ventajeros, o somos bobos. O ambas cosas a la vez. No hay más colores en la paleta.
En un universo ficcional de 16 historias con más de una veintena de partenaires, aparte del omnipresente Francella, solo tres personajes son los únicos que se salvan de esta condena de ser tontos o soretes: uno de ellos es un niño que no tiene más de medio minuto en cámara, otra es una mujer de la clase trabajadora que tampoco tiene más de medio minuto en cámara (¡genial Dalma Maradona!) y recién el tercero tiene un desarrollo con cierta profundidad, que es el personaje que Francella hace en “La Novia de Papá”, el mismo corto donde labura la Dalma. El resto de los personajes -que supuestamente somos los argentinos, por eso lo vamos a decir en primera persona del plural- somos todos infelices, boludos o soretes. A veces las tres cosas a la vez.
Es cierto que La dupla Cohn Duprat nunca fue muy de creer en la fuerza de la bondad humana y en la valía de sus instituciones. A lo largo de sus películas -salvo en “Nada”, donde se expresa bastante bien cierta solidaridad- se repitió el énfasis en los egoísmos personales y las crisis de representación social de las instituciones que habitamos como personas comunitarias. Pero en este caso no dudaron ni un segundo en dar un paso grande de más y sintonizaron a la perfección con el clima discursivo de época, ese que se alimenta por estos días desde ciertos sectores, un sálvese quien pueda basado en que todos somos seres que debemos cuidarnos del resto, porque el resto es infeliz, bobo o canalla.
Podemos abrir un poco más la lupa en este sentido y observar, por ejemplo, que los dos únicos personajes que tienen sus inquietudes sociales nítidas -porque el resto se cierra solo en su propia persona o, como mucho, en su núcleo familiar- son el cura villero de “Las ventajas de ser pobre”, que es un pelotudo total y el director de cine social de “Con conciencia social”, que es un terrible hijo de puta cínico y estafador.

El primer personaje es el que más duele ver en pantalla plantado de esa manera, porque esta ficcionalización literalmente se caga soberanamente en el laburo que hace setenta (o más) años vienen haciendo los curas villeros en los conurbanos más despiadadamente abandonados de cada ciudad gigante de la Argentina. Si es un facto que los curas villeros van y ponen el cuerpo cada día en los comedores de las Villas, para Cohn y Duprat no son mas que lelos parlanchines. Feo, eh.
El segundo personaje, el del director de cine social hipócrita, parece escrito por el Gordo Dan y Agustín Laje fumados: posee todos los clichés “anti kuka comunista” que te puedas imaginar, es el estereotipo más vulgar del supuesto “intelectual de izquierda ventajero” que se pueda filmar en un par de minutos. Encima le falta espectacularmente el respeto a los pueblos originarios de Argentina de una manera etnocéntrica y estúpido/urbanizada como pocas veces se haya visto en el cine.
Bueno, ya que estamos, aprovechemos la mención y hablemos un poco del etnocentrismo y la sesgada visión mega urbana del film. El jueves pasado, día del estreno, un tuitero bastante popular escribió en X:
“16 personajes porteños actuados por un porteño y escritos por dos porteños te explican como somos los argentinos. Una ganas tremendas de ver la película te da!”.
Más allá de lo mordaz de la síntesis, y aclarando que Duprat es bahiense y no porteño (¡ja!), bien vale decir que en el tuit citado está bastante bien resumida la base ideológica del film, que no busca en ningún momento abandonar esa porteñidad uniformada, ni su machi-francellismo exacerbado. Y menos mal que no lo abandonan, porque las dos veces que lo hacen atacan ofensivamente la ruralidad o el espíritu pueblerino y retrata como bestias a sus protagonistas. Las dos veces que la cámara se anima a irse de Capital o del Conurbano lindero a Capital, vemos que las personas de los pueblos originarios son retratadas como bestias que se dejan untar con miel para aparecer en una película y que los sicilianos pueblerinos del último corto son plasmados en cámara como chorros ventajeros, capaces de afanarle o violentar sexualmente a un pariente argentino sin la más mínima moral. En este sentido, demos las gracias que la visión de “lo argentino” que tiene este equipo no salga demasiado de CABA...
Sin redundar más sobre los temas que construyen este film desgraciado, volvamos un poco al subtema de “los contextos y las películas”: Si la primavera camporista tuvo su “Juan Moreira”, la vuelta a la democracia tuvo “La Historia Oficial”, el menemismo tuvo su “Pizza, Birra y Faso” y la bisagra entre el kirchnerismo y el macrismo tuvo su “Relatos Salvajes”, estos días libertilingos tienen su “Homo Argentum”. No en vano -y sintonizando alevosamente con los días que corren- las dos primeras grandes noticias vinculadas con el film fueron: las declaraciones anti INCAA de la dupla creadora y de Francella en rueda de prensa promocional de la película y -por otra parte- la “buena nueva” de que la primera proyección por fuera de la prensa fue en la Quinta de Olivos para el presidente y el grupo de diputados que ya se han comprometido a votar a favor de sus vetos a los recortes a los jubilados, la salud y la educación pública. Pues bien, cada época tiene el cine que la refleja, dicen. A lo mejor no sea una verdad cerrada, pero en este caso, se cumple bastante bien con la premisa, eh...
(este artículo fue originalmente publicado en el periódico Va Con Firma)
Es decir....esos argentinos que se muestran deben ser los votantes de Milei incluyendo a Francella y los directores no?, bah! me parece....