http://media.neuquen.gov.ar/rtn/radio/playlist.m3u8 Toreo es cultura: Nosotros Los Toros
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Nosotros Los Toros

Hoy lo hice. Vi una corrida de toros por televisión. Cuando terminó, me puse a llorar como un bebé. Después, pensé: ¿pero qué diablos te pasa Asch?

¿Por qué me hace sufrir tanto el toreo? ¿Por qué me identifico con el toro, jamás con el torero?


Torero en acción. (F. Google)
Torero en acción. (F. Google)

Tal vez porque yo también sé ir, ciego, feroz hacia el color; con el aliento, el ansia, el cuerpo todo. Y cuando llego al color, no lo hay más. Desapareció. Pero vuelvo a ir, obstinado, pasional, estúpido. Insisto mientras me desangro, pierdo fuerzas.


El torero muestra y esconde. Su arte es el engaño, la mentira. El toro es lo noble de esa fiesta. Lo que lo impulsa es la verdad, lo que él cree que es la verdad, lo que lo convencen que es la verdad. El torero falsea y festeja. Cómplice con la multitud, cobardea y juega a inventar. Se queda quieto, ve pasar la pasión salvaje a su lado y se esconde, quedándose inmobil allí, rozando esa furia frente a todos.

La multitud celebra al señorito de las lentejuelas, los pompones y el chaleco corto, colores pasteles como una segunda piel.

La astucia del falaz frente a la inocencia de la bestia. Su pasión inútil.

Después, cuando la sangre y el desengaño destrozan ese cuero, surge la única verdad debajo del paño rojo: la espada. Engaño y muerte. Una estocada profunda, única.

Final.


El toro muere en la nobleza y el torero vive en la ovación. Sale por la puerta grande, le arrojan flores. Un caballo arrastra el cuerpo del toro. La huella rompe la simetría del círculo de arena.

Me explican, didácticos, que el toro de lidia vive sólo para morir. Allí mismo, en la plaza.

Como toros, todos.


Si alguna vez intuyo que el toro destrozará al engañador, iré. Solo en mi soledad de tribuna vacía, para aplaudirlo.


Hugo Asch

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(Madrid, 20/8/2002; dedicado con culpa al enorme ‒dos metros de virtud y calidez‒ Ignacio Plascencia, que con infinita paciencia intentó introducirme a la fiesta que enamoró a Hemingway. No pude, querido Big Man, lo intenté pero no hay manera)


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