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Torero

“El estoque en la mano derecha llevada al pecho

y el codo a la altura del hombro. Esta suerte es exclusiva del diestro”


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Sobre la mesada esperan el estoque y la muleta. Falta poco para empezar la corrida.


¡Cuánto había rezado a la Virgen! A la Virgen pidiéndole ventura para ese domingo de toros. Ventura para consagrarse y para ofrecer la lidia a su madre, como lleva meses de prometida.


Mientras lo ayuda el Simón con los calzones y las medias, escucha entrar por las rendijas el griterío de la plaza. Se le cuela entre la carne la voz sólida de la muchedumbre que atraviesa la arena.


La piel se eriza al roce de la tela y es un veneno dulce sentir el poder que el fajín le traspasa hasta el centro de la médula, mientras va enredándose en su cintura.


Faltan treinta para las cinco, el Paquirro hace la señal de la cruz con la devoción de un santo, toca el envés amarillo del capote respetando la cábala pero sin dejar de perdonarse por pagano. En quince minutos se encontrarán espadas, banderilleros y picadores en la capilla y llevarán sus plegarias a la Macarena y al Cristo de los Toreros.


Respetando cada parte del rito, se para frente al espejo para mirarse la coleta bien negra y la camisa de exquisito blanco, para acomodarse la chaquetilla y las borlas o ajustar ese pliegue del corbatín. Se mira a los ojos, se desea fortuna.


Pero en esos detalles al Paquirro algo lo turba. Descubre azorado que su espejo no es su espejo, porque tiene otra luna y otro marco y siente que la piel se le pega a la tela por los sudores que le han corrido en el sobresalto.


Se ve a si mismo, sí, pero es otro. Le han cambiado el espejo. Se la tenían jurada los gitanos desde que abandonó a la Carmen. En el acto se siente atrapado, ya el otro, desde el cristal, se le pasa encima, lo invade, lo suma.


Tiemblan los brazos, que ya no son los suyos cuando se pone la montera.


Después de las plegarias, sale el cortejo a la arena, son las cinco de la tarde en punto. Brama el gentío. El Paquirro es el matador y de él esperan la mejor faena.


¿Cómo podrá con la estocada? ¿Cómo podrá con el remate?


Reza El Paquirro otra vez, pero la suerte de matar al toro ya está dada vuelta. Cambiada su imagen por la del espejo, le han trocado la diestra en zurda.

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