Una foto para explicar
Mis hijos se ríen cuando yo les hablo de la ciudad de Neuquén en la que crecí. No creen -o les cuesta creer- cuando les describo cómo eran las calles más céntricas de entonces o dónde terminaban los límites de la capital cuando yo era un niño.
Se ríen incrédulos al escuchar que la Leloir era una huella de tierra donde a los 18 años intenté enseñarle a manejar a mi hermana o que la cuadra de la casa de mis padres (sobre la Tucumán, detrás del cementerio) era un enorme baldío sin urbanizar cuando nos mudamos en 1965, o que la oferta educativa para los adolescentes pasaba solo por cuatro o cinco escuelas secundarias y que había una sola universidad, modesta e incipiente, que apenas ofrecía un puñado de carreras.
Les cuesta creer al ver hoy a la Neuquén moderna, casi ostentosa, repleta de edificios mirando al cielo, con espacios públicos verdes dignos de las grandes ciudades, con la costa del Limay prolija y embellecida, muy lejana a las postales de los balnearios pedregosos de los 60 cuando el río todavía bajaba bravo y prepotente.
Y cuando me quedo sin palabras para explicar lo que parece inexplicable, encuentro en el baúl de los recuerdos alguna foto que lo dice todo, como esta imagen descolorida que ilustra esta nota.
Es una instantánea tomada en 1968, probablemente, donde aparece un niño subido al paragolpes de un Citröen en un barrio recién nacido de calles de tierras y casas bajas.
Entonces les cuento que ese chico soy yo, jugando en el auto de mi papá y que la huella desprolija es la calle Tucumán antes de cruzarse con la Talero, en un sector que, en aquel entonces, marcaba los confines de la población.
Y ante el inevitable asombro de mis hijos con semejante imagen de contraste, sonrío satisfecho, casi con orgullo, como lo hacen los viejos a los que le dan la razón, aunque por dentro me invada la melancolía.
Es un sentimiento profundo, pero que dura poco; una forma rápida de viajar en el tiempo al lugar remoto que alguna vez fue el entorno de mi infancia, a ese pueblito humilde que hoy no existe y que en aquel entonces ni siquiera soñaba con ser una gran ciudad.
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