Varios mundos, varios
De chiquita empezaron a confundirme con las cosas que iba aprendiendo poco a poco. Me dijeron que existían los Reyes Magos, y armé el mundo de ellos: ponía el agua en el tazón, el pastito en el plato y no dormía para tratar de escuchar el arribo de los camellos.
Después me dijeron que los nenes los traía la cigûeña, entonces armé el mundo donde vivía este gran pájaro que traía los chicos a pedido: miraba por la ventana a cada rato para ver si aparecía con el niñito en el pañal aleteando como barrilete.
Seguí construyendo más mundos: me contaron, que si me portaba bien (dixit "obediente"), sería premiada por no sé cuántas cosas y armé el mundo de los regalos en un rincón debajo de la cama para ir acumulándolos. A los años y cuando los pechos se hincharon de hormonas, me dijeron que tuviera cuidado con los varones porque podían pasarme cosas muy feas, entonces armé el mundo de los miedos para guardar los temblores y los llantos.
El tiempo y los años pasaron y me dijeron que había que casarse y tener hijos para ser una mujer completa, arme el mundo de la familia, tuve hijos y nietos. Mientras tanto había para armar más mundos: el de la política por ejemplo, y creé el mundo de los sueños: el bienestar común, las ideas de cambiarlo todo, la pasión por el futuro.
Hoy salí a la calle y me encontré con esa piba chiquitita que ante una vidriera de juguetes, buscaba aquel que los Reyes no le trajeron; más allá, con sus amigas, la adolescente que caminaba desafiante mostrando su cuerpo libremente. Crucé la calle algo distraída y desde un auto alguien me dijo: ¡cuidado señora!, agradecida pensé: claro, tengo pinta de señora (completa).
Me senté a tomar un café, un hombre y otro hablaban en voz alta maldiciendo a algunos políticos y todo su hacer. Empecé a contar uno a uno los mundos creados en el trayecto de la vida hasta aquí. Me quedé pensando que otro mundo deberé crear para seguir.
Hilda López
