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  • Foto del escritorFernando Barraza

Sentarse o no sentarse a escuchar un disco

Nacido en este tiempo de aislamiento social obligatorio, el proyecto audiovisual “Cola Vinílica” trata de poner en valor las obras musicales y otros registros artísticos que solo se editaron en vinilo y nunca fueron re-editados en formatos digitales. Para no perder del todo el disco conceptual, “larga duración”.


Cada día que pasa, el disco, el larga duración, la obra conceptual elaborada en el estudio de grabación y pensada como obra de arte (o productor cultural, depende del enfoque que se le quiera dar) va cayendo más y más en desuso

Las listas de reproducción en redes sociales de música y/o el lanzamiento de temas musicales en formato de “simple”, con el único soporte y respaldo de videoclips que todo el mundo consume en sus teléfonos, sus computadoras personales o sus tabletas, ha hecho que el concepto, el ejercicio de “sentarse a escuchar un disco”, esté saliendo del escenario habitual de cotidianeidades de las personas para entrar en un túnel que conduce directamente al pasado histórico.


Muy pocos músicxs –de entre lxs más jóvenes- son los que se muestran interesadxs hoy por hoy a trabajar conceptualmente un disco de larga duración. Al menos no son muchxs lxs músicxs jóvenes que tienen el norte de realizar, de punta a punta, concepto por concepto, esa obra conocida hasta aquí como “disco”. Esto para mí, que estoy tipeando en este preciso instante esta nota, es sinónimo de un gran (pero gran) retroceso cultural. Disculpen entonces la autoreferencialidad que manchará de aquí en más esta columna semanal, pero necesito explicar en primera persona el porqué de esta gran desazón. Aquí va...


Las personas que entendimos empíricamente que sentarse a escuchar completo “La banda de los corazones solitarios del Sargento Pepper” o “La Grasa de las Capitales”, o “Bronca Buenos Aires”, o “The Wall”, o “Artaud”, o cualquier otro larga duración hoy catalogado en la categoría de mítico, sabemos que es algo parecido a sentarse a contemplar el “Campo de cuervos” de Van Gogh, o sentarse a leer “El vino del estío”, o tomarse un fin de semana para volver a ver completa la trilogía de “El Padrino”. Se trata del arte.


En épocas donde la recurrencia social humana hacia la obra artística ha sido catalogada como “consumo cultural”, varias batallas han sido perdidas. No es lo mismo entrar a youtube a ver la escena de la cabeza del caballo que apagar la luz, y tras una hora y media de trance emocional, ver cómo Freddo se arroja al piso para agarrar la cabeza de su padre, moribundo y baleado, poniendo entonces una de las caras de tristeza y dolor más grande que la historia universal de la mímesis actoral recuerde. Cómo tampoco es lo mismo scrollear en Instagram y ver a la pasada una pintura del Bosco que sentarse un rato a observar cada detalle de aquel paisaje pandemónico, como tampoco encontraremos algo más que una pasajera epifanía si leemos algún párrafo suelto de “Sobre héroes y tumbas”, pero no la encaramos en su compleja complexión total.


Así –es exactamente lo mismo- nunca será igual, ni tendrá el mismo resultado emocional, si escuchamos esa fuente absoluta de emociones que es la gran canción de cuna de McCartney, “Golden Slumber”, suelta en una lista de spotify, que engarzada con diamantes entre “She came in through the bathroom window” y “Carry that way”, así como los Beatles la imaginaron para “Abbey Road”. No sé muy bien a cuánta gente le podrá importar esta consideración, pero a mí me parece que estamos en un camino de embrutecimiento al dar por “normal” el uso tan fragmentario del arte y al considerar “perimido” el abordaje conceptual.

Una cosa es la industria del entretenimiento con todos sus dictámenes (secuelas y precuelas pochocleras, franquicias, artistas puestos a dedo, que un video “tiene que tener esto” y “no tiene que tener lo otro” para ser “viral”, etcétera, etcétera, etcétera…) y otra cosa es lo que un alma, dos o cien, expresen artísticamente para que quede para el regocijo de millones, para la posteridad.

No en vano el “Rey Lear” de Shakespeare cumplirá en las navidades venideras 414 años y sigue llenando teatros en el mundo (la versión local que subió a escena hasta 2017, la que adaptó Vilo, dirigió Szuchmacher y protagonizó Alcón, se cansó de poner el cartel de entradas agotadas durante ocho años). Pues mientras Lear sigue en el escenario buscando la paz en medio de la tormenta y a sala completa, nadie recuerda cómo eran los espectáculos en los que un grupo de fanfarrones clowns presentaban peleas entre osos encadenados y perros salvajes, que eran los espectáculos de mayor convocatoria en la Inglaterra pre Isabelina del siglo XVII. Es más: el hoy tan shakespireano Globe Theatre se usaba exclusivamente PARA ESO.


Y es así, a la obra de arte elaborada con responsabilidad y precisión honesta no le cuesta mucho abrirse paso a través del tiempo, a diferencia de lo que es nada más que un producto de época. Dábamos el ejemplo de Shakespeare, pero demos uno más cercano: pasará dentro de no mucho más de un año, cuando el hit “Calma” de Pedro Capó, por ejemplo, que hoy es una amenaza auditiva directa para cualquiera que camine por los pasillos de un supermercado, sea completamente olvidado en toda su esencia, tramo por tramo, en todo ¿eh?: en su estúpida cadencia, en su irritante uso del auto-tune, en su influencia social de misoginias (frases como “cierra la pantalla y abre la medalla” serán barridas de la memoria popular) pero, en cambio, será recordado durante décadas un larga duración editado exactamente el mismo mes que aquella obra maestra de la mediocridad de Capó y Farruko, pues el mismo mes y año (el pasado) en el que “Calma” se abría paso a fuerza de likes pagados en YouTube por la multinacional del disco que lo produjo, salía a la venta un disco de larga duración llamado "Trench" (zanja o... ¿grieta?) editado por la banda norteamericana 21 Pilots, un dúo de millennials que entregaron una segunda placa conceptual en su carrera, la cual –a través de casi una hora de música desparramada en 14 eclécticas canciones- cuenta una historia libertaria, compleja, no maniquea, muy bella y muy bien estructurada. Ejemplos. Ejemplos sobran, porque siempre será así: el tiempo será el que termine acomodando en perspectiva lo que culturalmente habrá de trascender, lo que sobrevivirá mucho más allá que los productos de moda. No estamos descubriendo nada nuevo, es el axioma al que algunos llaman con el entusiasta nombre de “justicia poética”.

Por eso mismo, y parados en este punto por el cual se vindican las obras fonográficas completas, desde hace un mes ha nacido –en cuarentena- el proyecto audiovisual “Cola Vinílica”, que es un intento por poner en valor las obras musicales y los registros artísticos que solo fueron editados en vinilo y cassette, pero no han sido re-editados nunca en formatos digitales.

El programa tiene una dinámica sencilla: primero se elige un disco de estas características (nunca re-editado en formatos digitales) de entre todos aquellos existentes en las colecciones privadas quien suscribe esta nota, o el grupo de coleccionistas amigxs al que suele molestar a tales efectos este cronista. Lo segundo es elaborar un guion descriptivo y didáctico sobre la obra escogida. Lo tercero es filmar ese guion como si de un podcast audio-visual se tratase. Lo cuarto y último es poner el vinilo en la bandeja giradiscos frente a cámara, bajar el brazo y dejar que la púa desande la obra para todxs lxs oyentes. Simple, efectivo, didáctico y reivindicativo.

La manera de encontrarse con esta propuesta es también muy simple y accesible: cada lunes se estrena un capítulo en el canal de YouTube que más abajo les dejaremos a nuestrxs lectores, cuando les mostremos los capítulos ya emitidos. Eso sucede los lunes a las 19, y el mismo día y a la misma hora se puede escuchar por radio en las emisoras comunitarias neuquinas La Propaladora y Megafon. También se produce el estreno como podcast en audio en las plataformas Anchor, Spotify y en ITunes.


No hay mucho más para detallar en lo que se refiere a lo conceptual, la idea es –como ya se dijo- traer de regreso aquellas obras que no han entrado masivamente al mundo digital. Muchas de ellas son de los más bellos exponentes de esa “vieja escuela” que la actual tendencia fragmentaria bien podría considerar “obras perimidas”, con el plus de que a más de unx pueden llegar a sorprender, porque algunas de las obras presentadas son de difícil (por no decir casi imposible) acceso. Lo mejor es empezar a compartir con ustedes la lista de los siete capítulos que ya están disponibles.


Capítulo 1 - “Agitor Lucens V”, de Arco Iris (1974)

Este es el último de los discos de estudio de la primera formación de Arco Iris, una de las grandes e inmortales bandas del Rock Argentino. Te invito, vamos de paseo en OVNI a conocer más sobre uno de los álbumes conceptuales latinos más fuertes de la década del setenta del siglo pasado.



Capítulo 2 - “La vie en rose”, compilado del sello New Rose Records (1985)

Este es un álbum doble editado en París en 1985 por New Rose Records, uno de los míticos sellos ultraindependientes de los 80's del siglo pasado. Vamos de paseo por un compilado de post-punk, rock and roll y new romantic completamente alternativo. Una fiesta de rock independiente del siglo que se fue.


Capítulo 3 - “De las colonias del río de la Plata”, Viejas Raíces (1976)

Este disco del trío Viejas Raíces es un álbum precursor del jazz rock latino que se impondría casi una década más tarde, una joya editada en 1976 por el sello argentino Trova Records que es considerada hoy en día una auténtica obra de culto. Ponete tus mejores pilchas vinileras para salir a recorrer este atrevido disco de jazz argento/chileno.


Capítulo 4 - “Israfel, el cuervo”, Alfredo Alcón recita a Poe (1968)

Este es el primer disco de la temporada 1 del ciclo en el que no vamos a escuchar música, porque es una placa muy pero muy especial en la que el gran actor argentino Alfredo Alcón presta su voz para recitar a Edgard allan Poe, para interpretar un texto de Abelardo Castillo y para leer un texto de Baudelaire. "Israfel, el cuervo" es una joya editada en 1968 por el sello argentino Fonotex para Dupuy Producciones. Ponete tus mejores pilchas de salir: ahora nos vamos al teatro para escuchar este disco.


Capítulo 5 - “El Rock de la Misa Criolla”, Gorrión (Cabal Discos, 1973)

Este es el disco que la agrupación argentina de rock Gorrión -con la producción artística de Chango Farías Gómez y bajo la supervisión del propio Ariel Ramírez- hizo del clásico "La Misa Criolla", pero en clave de rock fusión y con el impactante arte de tapa del maestro León Ferrari. Ponete cómodo, porque vas a escuchar un disco muy poco conocido, pero de una obra popularísima ¡Y muy bien recreada!


Capítulo 6 - “Aché”, Merceditas Valdés (1982)

Esta es la reseña de una auténtica joya de la música afrocubana: con "Aché", la cantante Merceditas Valdés abre una saga de seis discos dedicados a mostrar todas las aristas musicales del ritual Yoruba. Es este un disco espiritual, pero también transmite una energía bien pero bien atávica y terrenal. Imperdible de principio a fin. En este capítulo comenzamos a invitar a amigos y amigas especialistas para que nos ayuden a reseñar la obra. En este caso agradecemos la participación del profesor Ignacio Nacho Gentile, quien además es baterista y percusionista de dos bandas emblemáticas de la región como Lukumí y Puel Kona.


Capítulo 7 - “Los anarquistas 1904-1936” (1972, Pincén Ediciones)

Terminamos el recorrido con el último capítulo estrenado hasta ahora. Este vinilo genera sorpresa y deja a más de unx boquiabiertx, porque es pura historia pura, un pedazo importantísimo de nuestra vida político cultural como país. En "Los Anarquistas 1904 - 1936" el genial Osvaldo Bayer guiona la historia cultural, sindical y política del anarquismo en los primeros treinta años del siglo XX en Argentina. Con dirección artística de Virgilio Expósito y recitados de Héctor Alterio, esta joya incluye canciones, narraciones y poesías bien pero bien libertarias. Imperdible de principio a fin. En este caso hay que agradecer la participación del doctor en historia Pablo Scatizza, quien nos ayuda a entender de manera bien didáctica el paratexto de esta obra.


Listo, espero que este paseo te haya gustado. Te cuento que los próximos capítulos a estrenarse durante lo que resta de junio y julio traerán discos tan pero tan eclécticos que pondrán en la mesa nombres como el de Horacio Ferrer, la banda británica de skiffle Severed Limb, la gran “Mama Africa” Miriam Makeba y el maestro Atilio Stampone, entre otrxs. Te dejo un abrazo grande y espero haberte contagiado al menos un poco este “perimido” espíritu de la escucha del disco entero, una costumbre que –como si fuéramos los susurradores de “Farenheit 451”- jamás deberíamos perder. Decime si exagero…


Fernando Barraza

Decime si exagero. Publicado en Va con Firma

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