La temeraria hija de Don Juan
Rompiendo todos los mandatos que se esperaban dentro de la gran industria discográfica en su mundial década de oro en ventas (la del 70 del siglo pasado) la gran Joni Mitchell rompía el molde una vez más editando un disco que con el paso de los años crece en valor y belleza.
13 de diciembre de 1977, sale a la venta "Don Juan's Reckless Daughter", el noveno disco de estudio de la genia de Joni Mitchell.
Entusiasmada por la alianza que ya había sellado en estudio con Jaco Pastorius en "Hejira", el anterior álbum a este, Mitchell redobla la apuesta de experimentación por sobre la expectativa que su sello (Asylum) tenía de que grabara canciones radiables, de raíz folk, medio raras, sí, medio jazzeras, también, pero no piezas como las que terminó grabando, suites como la hermosísima "Paprika Planes" (aviones de pimentón) que dura 16 minutos y te pasea por paisajes alucinantes.
Con una formación de lujo, que aparte de Pastorius incluía a bestias preciosas de la música del siglo XX como Wayne Shorter, Larry Carlton, Airto Moreira, Michael Gibbs, Alex Acuña y Chaka Kan, el disco es, quizás, el punto más alto de toda su trayectoria.
Compuso como nunca, experimentó como nunca y se rodeó de arregladores y productores que sintonizaron perfectamente con su vuelo. Una hermosura. Todo.
El disco suena una enormidad y eso es obra y gracia de una colaboración tripartita en la producción: por un lado estaba Henry Lewis, el tipo que había hecho sonar como un diamante el áspero "Harvest" de Neil Young, que había elevado el sonido de Sergio Mendes en su aventura norteamericana y que produjo el increíble "Gracias a la Vida" de Joan Baez. El segundo del trío era Steve Katz, productor de Lou Reed, Blood Sweat & Tears y uno de los pocos hombres a los que George Martin le dejaba opinar sobre desciciones finales dentro de un estudio. La tercera era la capitana de esta locura: la mismísima Joni.
El arte de tapa está hecho con un collage de fotos sacadas por el maestro Norman Seef, montadas sobre un fondo bicromatico diseñado por Glenn Christensen. En la portada está ella en su ya personal y típica estética hippie naif, pero también está ella vestida como un afroamericano urbano de los 70's, con todo y la cara pintada de negro. Hoy sería una tapa polémica... bueno, en 1977 también lo fue, porque en el sobre interno de uno de los dos discos aparece con la cara pintada de negro nuevamente con un globo de diálogo que dice "Mooslems, Mooooslems! Heh, Heh, Heh". Esta referencia a los musulmanes hace eco de la línea "While Muslims stick up Washington " en la canción "Otis and Marlena", que se refiere al ataque y toma de rehenes de Washington, DC, de 1977 que involucró al Movimiento Hanafi Musulmán Negro. Imaginen el kilombo qué armó...
¡Feliz cumpleaños al disco más inspirado de una de las artistas más sofisticadas y creativas del siglo veinte!
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